lunes, 10 de julio de 2017

Ateísmo de Jean Paúl Sartre

En esta reflexión abordaremos a unos de los filósofos de posición atea más emblemático del siglo XX, nos referimos a Jean Paúl Sartre, uno de los representantes, con más influencia, en el existencialismo moderno, por así decir. En este trabajo abordaremos su biografía; sus postulados y planteamientos filosóficos, los cuales, argumentan todas sus ideas en contra de Dios y para luego finalizar con la moral atea.      
   
Datos Biográficos 

Jean Paúl Sartre nació en París en 1905. Sus padres eran de clase media con ascendientes médicos y profesores. Quedó muy pronto huérfano de padre. Estudia en la escuela superior la École Normale de esta misma ciudad, donde obtiene su licenciatura de filosofía. Después de ejercer como profesor de filosofía en la escuela de Le Havre, la cual, interrumpe con viajes a Alemania, donde escucha hablar de Husserl y Heidegger y a partir de aquí comienza su interés en estudiarlo.


Se relacionó con el fenomenólogo Merleau-Ponty, con el cual fundó un pequeño grupo de intelectuales llamado Socialismo y libertad. Luego de esto obtiene varios empleos como profesor en diversos liceos en las ciudades de Berlín y en Friburgo, volviendo a ejercer como maestro en algunos liceos hasta que se incorporó en la Resistencia francesa siendo hecho prisionero en 1945, cuando era profesor del liceo Condorcet de París. Fundó Les Temps Modernes y se dedicó exclusivamente a escribir, ya aquí se puede notar su amor a la literatura. Sartre no ocupó una Cátedra universitaria. Muere en 1980.

Sartre dejó impregnado en muchas de sus obras sus vastas ideas y pensamientos, entre sus obras tenemos: La Náusea; La edad de la razón; sus obras de teatros, son: Las moscas, A puertas cerradas; sus obras que van en línea más filosóficas son: el ser y la nada, el existencialismo es un humanismo; crítica de la razón dialéctica y transcendencia del ego. Cabe decir aquí que Jean Paúl Sartre encabezó unos de los movimientos con más influencias en el siglo XX, el Existencialismo, pero en especial el francés el cual el representó.

Posturas Filosóficas 

Sartre se encuentra expresamente entre los existencialistas ateos. Según él, hay dos clases de existencialistas: los que son cristianos y teístas, entre los que cuenta a Jaspers y a Marcel y, los otros son ateos, y entre ellos incluye a Heidegger, a los existencialistas franceses y a sí mismo. El existencialismo representado por él es una existencialismo ateo, es decir, el existencialismo es consecuencia del ateísmo y también un camino hacia éste. El primer modo de esta relación lo esclarece Sartre diciendo que el existencialismo no es más que el esfuerzo por deducir todas las consecuencias de una lógica atea.

Sin embargo, el existencialismo no agota todo su caudal en la prueba de la no existencia de Dios; insiste además en que, aunque Dios existiera, nada cambiaría. Esto no quiere decir que Sartre crea en Dios, sino simplemente que el auténtico y verdadero problema no es la existencia de Dios. Por el contrario, el verdadero problema es que el hombre vuelva a encontrarse a sí mismo y se convenza de que nada ni nadie puede salvarle, ni siquiera una prueba auténtica de la existencia de Dios. Detrás de todas estas ideas se encuentra Nietzsche, para quien el hombre, por su entrega a Dios, se pierde a sí mismo y sólo vuelve a ganarse o hallarse de nuevo cuando se aparta de Dios y se apoya únicamente en sí.      

Para esta empresa no hay absolutamente nada que pueda ayudarle, ni siquiera una prueba válida y legítima de la existencia de Dios: el hombre no tiene más solución que realizarse plenamente en su libertad. Por lo tanto, Sartre ve el verdadero problema no en la existencia de Dios, sino en la libertad del hombre. Esto sólo se puede cuando en el camino hacia la libertad se afirma que hay un ser en el que la existencia precede a la esencia, y ese ser es el hombre. De donde se deduce que el hombre no es más que lo que llega a ser o lo que hace de sí mismo. La existencia no tiene de por sí un carácter peculiar, no posee una determinación fija, está abierta a todo; y esto es precisamente la libertad; como existencia indeterminada, el hombre no se limita a tener libertad, sino que es libertad. Y es en su libertad que el hombre está totalmente dejado a sí mismo, completamente abandonado, sin nadie que le asista, sin posibilidad alguna de apoyo. De todo ello se deduce que el hombre está condenado a ser libre y, en consecuencia, a inventar al hombre en cada momento. Nadie ha escogido su propia existencia y, una vez arrojado al mundo, ya no es libre para rechazar su libertad, sino ineludiblemente responsable de su libertad.

Pero ¿Qué tiene que ver la libertad del ser humano con Dios? Para Sartre tiene que ver mucho, ya que, el hombre no puede depender de otro si quiere ser el verdadero dueño de su vida y de su destino. La evidencia de nuestra libertad es algo inmediato. No podemos renunciar a ella, se nos impone de un modo absoluto. Todo esto se puede resumir de una forma sencilla, y esto es lo que aporta Sartre al ateísmo contemporáneo, si el hombre es libre, la hipótesis de Dios es absurda; si Dios existe, el hombre no es libre.

Esto se explica de la siguiente manera: para que Dios cree al hombre es necesario que tenga una idea preconcebida de él. Es el embozo, la imagen interior que todo artista lleva dentro y la va plasmando poco a poco en su obra. Es una especie de ruta obligatoria que la criatura debe recorrer, por lo que, entonces, el hombre no es libre porque tiene marcado su camino. No es dueño de su vida, creador de sus valores, hacedor de su destino. Queda entonces demostrado para Sartre el primer estadio del conflicto entre la existencia de Dios y la libertad del hombre: si Dios existe, el hombre no es libre. Pero lo que dijimos anteriormente sobre la libertad de cada ser humano rompe este argumento.

En el Existencialismo es un Humanismo, Sartre afirma que: el hombre existe primero, se encuentra, surge en el mundo, y (…) se define después. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque él al principio no es nada. No será más que después, y será como se haya hecho. Así no hay naturaleza humana porque no hay Dios para concebirla. Si, en efecto, la existencia precede a la esencia, no se podrá explicar nunca por una referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicho de otro modo, no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Es por eso que Sartre quiere asumir hasta el final la muerte de Dios anunciada por Nietzsche.

Dios no existe, pero sin embargo no todo está permitido.  Así pues, a partir de aquí tenemos que resaltar la moral atea, la cual, a partir de la negación de la existencia Dios, todo está permitido, puesto que no hay valores previos al faltar la conciencia infinita perfecta que los piensen y obligue a ello. La supresión de Dios tiene también como consecuencia que la vida no tenga sentido alguno. Pero, dado que el hombre no puede vivir sin un sentido y sin un valor, tiene que inventárselo él mismo; por eso el valor no es más que el sentido que el hombre elige. Pero, dado que lo que permite al hombre vivir y tener esperanza es su propio tender hacia algo, Sartre afirma que su existencialismo no es un quietismo descorazonador, sino que lleva con toda eficacia, como ningún otro sistema, al compromiso total. No tenemos que
esperar que haya un Dios para realizar lo que es bueno, sino que tiene que ser el ser humano mismo quien elije lo que quiere, puesto que, lo que el elige de manera consciente y conveniente es bueno para él y para todos.

A manera de conclusión, es bueno recalcar como Sartre hace mucho énfasis en la cuestión de que cada ser humano es libre y que, de alguna manera, esta libertad se destruye cuando nos afirmamos en la idea de Dios. Ya que esta nos aliena, por así decir, y nos determina privándonos de nuestra libertad. En cierta medida Sartre no tiene la última palabra, puesto que,  el hombre para ser libre no debe renunciar a Dios obligatoriamente como él lo piensa, como una forma de ser más libre, sino que el hombre es libre independientemente crea en Dios o no, él mismo ha sido creado para ser libre, ya que, la libertad es la dignidad por excelencia del ser humano.

Bibliografía:
Pintos, J (1968). El ateísmo del último Sartre. Madrid, España: Razón y Fe

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