Para Unamuno, el crítico es algo más que un simple “interprete” que hace posible la intelección de la obra de arte: el crítico detecta la obra de arte, calibra su significado y, en fin, revela al artista. Y así sucede también, con sus variantes, en el caso de las artes y, por supuesto, del cine.
Tiempos atrás la crítica estaba viciada desde sus comienzos por la literatura y las ideologías. No se hablaba del artista y de su obra, sino del hombre y sus ideas. Criticar por lo tanto no era precisamente explicar y analizar, sino enjuiciar y atacar. La crítica de inspiración religiosa, representada más tarde por las comisiones de censura y algunas revistas de cine, representaba una modalidad de esa misma tendencia, amparándose en criterios morales, convirtiéndose el crítico en una especie de agente de aduanas de la moralidad pública.
Luis E. Pou califica al cine de “gravísimo problema social”, por la influencia que tiene en los destino de la sociedad y en la moral colectiva e individual. Años después ya en la década de los cincuenta y sesenta, se daría el caso de críticos de cine que pasan de la redacción de un periódico o revista especializada, a un estudio de cine, ya sea como guionista o incluso como directo, como es el caso de Oscar Torres.
Antes de esa fecha, es decir, en los primeros cuarenta años de cine en Santo Domingo, algunos periodistas o críticos de teatro, se habían dedicado a escribir comentarios más o menos críticos acerca de las películas de estreno. El crítico catador nace de una necesidad un mal necesario en una sociedad en que el cine, sobre todo, un artículo de consumo. Algunos comentaristas dominicanos: Pedro Caro, Agustín Martín Cano, Efraín Castillo, Danilo Ubrí, Humberto Frías Pericles Meja, etc.
Ojeando los escritos de un humanista tan completo como nuestro Pedro Henríquez Ureña, sorprende ante todo el silencio que guarda con respecto al cine. Pero, el silencio es aún más extraño cuando enumera las actividades culturales en Nueva York, reduciéndose en ese caso al teatro, la música culta y las reuniones literarias. Hay dos pasajes en la obra de Pedro Henríquez Ureña, que parecen referirse al cine de forma indirecta.
Una revolución cultural semejante a la invención de la imprenta le ha tocado vivir a nuestro siglo con el advenimiento del cine y la televisión. El hombre ha vuelto a cambiar sus módulos del pensar: Ha pasado de un pensar lineal, inspirado por la difusión de la de la imprenta en el siglo XV, a quasi-presencia al devenir histórico., ayudado de los medios electrónicos de comunicación masiva. No puede negar el hecho de que el cine, y mas tarde la televisión, forman parte de la cultura de este siglo, y es horade enfrentarnos a ellos, no como advenedizos, sino como integrantes de nuestra forma de convivencia.
Se ha dicho hasta la saciedad que el cine es arte verdaderamente moderno, el siglo XX. Y es moderno, no por haber superado en abstracción a la pintura, sino por haber sabido tomar de la demás artes los elementos necesarios para crear la síntesis que haría, en poco tiempo, un nuevo medio de expresión.
Tiempos atrás la crítica estaba viciada desde sus comienzos por la literatura y las ideologías. No se hablaba del artista y de su obra, sino del hombre y sus ideas. Criticar por lo tanto no era precisamente explicar y analizar, sino enjuiciar y atacar. La crítica de inspiración religiosa, representada más tarde por las comisiones de censura y algunas revistas de cine, representaba una modalidad de esa misma tendencia, amparándose en criterios morales, convirtiéndose el crítico en una especie de agente de aduanas de la moralidad pública.
Luis E. Pou califica al cine de “gravísimo problema social”, por la influencia que tiene en los destino de la sociedad y en la moral colectiva e individual. Años después ya en la década de los cincuenta y sesenta, se daría el caso de críticos de cine que pasan de la redacción de un periódico o revista especializada, a un estudio de cine, ya sea como guionista o incluso como directo, como es el caso de Oscar Torres.
Antes de esa fecha, es decir, en los primeros cuarenta años de cine en Santo Domingo, algunos periodistas o críticos de teatro, se habían dedicado a escribir comentarios más o menos críticos acerca de las películas de estreno. El crítico catador nace de una necesidad un mal necesario en una sociedad en que el cine, sobre todo, un artículo de consumo. Algunos comentaristas dominicanos: Pedro Caro, Agustín Martín Cano, Efraín Castillo, Danilo Ubrí, Humberto Frías Pericles Meja, etc.
Ojeando los escritos de un humanista tan completo como nuestro Pedro Henríquez Ureña, sorprende ante todo el silencio que guarda con respecto al cine. Pero, el silencio es aún más extraño cuando enumera las actividades culturales en Nueva York, reduciéndose en ese caso al teatro, la música culta y las reuniones literarias. Hay dos pasajes en la obra de Pedro Henríquez Ureña, que parecen referirse al cine de forma indirecta.
La Imagen de una Cultura
Una revolución cultural semejante a la invención de la imprenta le ha tocado vivir a nuestro siglo con el advenimiento del cine y la televisión. El hombre ha vuelto a cambiar sus módulos del pensar: Ha pasado de un pensar lineal, inspirado por la difusión de la de la imprenta en el siglo XV, a quasi-presencia al devenir histórico., ayudado de los medios electrónicos de comunicación masiva. No puede negar el hecho de que el cine, y mas tarde la televisión, forman parte de la cultura de este siglo, y es horade enfrentarnos a ellos, no como advenedizos, sino como integrantes de nuestra forma de convivencia.
Se ha dicho hasta la saciedad que el cine es arte verdaderamente moderno, el siglo XX. Y es moderno, no por haber superado en abstracción a la pintura, sino por haber sabido tomar de la demás artes los elementos necesarios para crear la síntesis que haría, en poco tiempo, un nuevo medio de expresión.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario