En esta reflexión presentaré las ideas principales que Pedro Trigo realiza sobre las distintas formas de vivir el catolicismo, enfocado desde la religión en América Latina. Por lo que solo me centraré en presentar de una manera más detallada y especifica sus diez puntos fundamentales sobre el mismo. Y al final debemos reflexionar que tipo de cristianos somos nosotros.
El primer punto que el autor analiza o comparte es el siguiente: Religarse al Misterio Primordial en la Comunión Católica. Este modo de relacionarse con Dios ha soportado la prueba de la secularización de los años sesenta y setenta. Por lo tanto ha mostrado que puede convivir con la secularización sin desgastarse; más aun, ha evidenciado que la secularización lo exige, es decir, que están dispuestos a asumirla a fondo, pero no solo sin renunciar a esta religación ancestral sino a partir de ella. Los integrantes de este tipo de religión son personas arraigada en sus lugares, y aun personas que llamamos pobres pero honradas.
Este tipo de religiocidad, tanto por el lugar donde ha nacido, como por el modo como se conceptualiza, por sus expresiones simbólicas, por la identidad desde la que se la vive es inequívocamente católica. “Esta vivencia del Dios de nuestros padres” se asume como algo recibido, no como algo aleatorio que yo construyo según mis preferencias. Jesús es de ellos a través de imágenes, santuarios, fiestas y una comunicación que ha hecho historia.
Para ellos es una gracia que a uno lo haya iniciado de niño en la religión católica, que lo hayan anclado en Dios y su mundo. Dios es ese misterio en la que la realidad está fundada y nosotros en ella. Es un misterio que está más haya de nuestra comprensión. Ellos solo buscan que lo remitan a Dios y a su mundo. Mostrándole que
Un nacimiento es un don divino, que la muerte no es el final del camino y que a veces les recuerden que al caminar por camino pantanoso uno se ensucia, etc. Y romper con esta historia a la que uno pertenece se queda sin lastre, sin cuerpo, sin entidad, a merced de cualquier cosa.
El segundo punto que se desarrolla es el de Vivir con Armonía con la Vida. Hay una cierta experiencia de Dios que lleva a la persona a lograr una armonía interior. Esto nos lleva a vibrar a su ritmo, lograr la gracia de concordar con ese orden dinámico es lo que lo libera a uno del subjetivismo aislante. El yo ya no es frontera sino un punto de la onda sin fin, un centro donde todo es centro y no hay ningún centro sin ese fluir. Ellos están en contra de ese individualismo, el yoismo caprichoso atenido a las propias preferencias. Para estas personas el cristianismo pertenece a esta constelación. Por eso se llama a los establecidos civilización occidental y poscristiana. Estas personas no buscan respuestas en el cristianismo. Normalmente sienten una simpatía por Jesús de Nazaret y lo ven como uno de los suyos. Pero no reconocen ese rostro de los cristianos y menos aún en la institución eclesiástica. Por eso, instintivamente miran a otra dirección.
El tercero explica es el del Fundamentalismo. Es una reacción muy característica de nuestros tiempos. De un modo general, tiene que ver con la necesidad de encontrar sentido y seguridad. Esto se puede notar muy bien en las clases altas. El fundamentalista se reconoce como un ser religado: puesto por Dios en el mundo y perteneciente por tanto a Dios, que lo dota de una entidad concreta y de un destino. El fundamentalista cree firmemente y gozosamente que servir a Dios es reinar. Los designios de ellos son universales y eternos.
El cuarto consiste en el de Practicar el Cristianismo sin Sentido de Pertenencia. Son aquellos individuos que podrían ser caracterizados como cristianos practicantes aeclesial. Son personas que normalmente se autodenominan católicos, que viven incluso su identidad en pacifica posesión, pero sin sentido de pertenencia. No ligan su ser cristianos con la pertenencia a una comunidad apostólica. Estas personas quieren vivir su cristianismo. No quiere decir esto que para ello sea un asunto de vida o muerte, pero sí tienen una cierta determinación de vivir como cristianos y de cultivar su religión. Les parece que con su instinto cristiano y su buena voluntad le basta pare guiarse en la vida.
En el quinto subtema que el autor trata es el del Individualismo, Devoto y Compasivo. Es propia de aquellas personas, sobre todo jóvenes, que sienten que la religión es lo más hermoso de su vida; que el encontrarse con Jesucristo y seguir su camino es lo que les ha dado valor y por eso viven el cristianismo con alegría y generosidad. Son personas de buen corazón que, en repuesta al padecimiento y necesidad de tanta gente, desean aportar su granito de arena para que este mundo sea más vivible.
El sexto subtema que trata el autor el de los Cristianos Pasados por la Ilustración. La dificultad que tuvo el ilustrado católico en encontrar un lugar social se acentuó con el predominó del positivismo. En los años treinta del siglo XX comenzó a resurgir la ilustración católica Latinoamericana. Esto ocurrió como efecto del impulso de la educación católica.
Estos católicos se han entregado resueltamente al apostolado, de contribuir al desarrollo técnico y material, pero sobre todo humano. Una de las características de estos tipos de católico es su preferencia por los pobres. Esta preferencia se orienta a ayudarlos a convertirse en sujetos de la iglesia y de la sociedad. Ellos tienen algo primordial que es testimonio. Este es para ellos la manifestación fundamental de lo que en otros modos de vivir el cristianismo se llama apostolado.
El séptimo punto expone es de los Cristianos Ilustrados en una Época Posmoderna. Para estos cristianos la religión no es tan sólo el horizonte de su mundo de vida, un apoyo y una motivación, sino más bien un campo denso y cualitativo de su existencia y un ámbito social cultivado con esmero. Estos cristianos viven la religión como la religación trascendente, como relación real, como ejercicio de salida de sí y afirmación de la alteridad con lo que tiene de reconocimiento, de fe, de obediencia. La dimensión religiosa de estos cristianos ilustrados ha sido especialmente potenciada y cualificada cuando han estado en contacto estable y horizontal con los pobres con espíritu. De ellos han recibido dos gracias: la primera, el haber aprendido a vivir con la fe y la segunda es vivir sacramentalmente.
El octavo fundamenta que el de Cristianos que se Identifican con la Institución. Hay eclesiástico para quienes ésa es una dimensión de su ser, pero no lo engloba todo. Ellos se definen ante todo como cristianos y asumen su pertenencia jerárquica como un oficio. Hay otros cristianos que no pertenecen estrictamente a la institución eclesiástica, es decir, a la jerarquía, pero que no se sienten “muy de la iglesia”, que tienen y son tenidos por los demás como de la parroquia, que incluso han recibido algún oficio y lo desempeñan con tal dedicación que se convierte para ellos en fuente de identidad.
El punto noveno es el de los Cristianos que han Vivido todos los Cambios en Continuidad. La pertenencia a este tipo de religiosidad no se debe primordialmente a factores culturales o institucionales, tampoco a factores generacionales, porque si bien es cierto que la presencia de adultos es mayoritaria, la de la juventud no es inexistente. Estas personas han cambiado su modo de expresar la vivencia cristiana, de concebir las representaciones de Dios y lo sagrado, y la idea que tenía Jesús de Nazaret, de la iglesia y de su misión en la humanidad. Una característica de este modo de ser cristiano es que aun cuando la historia actuaba fuertemente, siempre les quedó claro que lo fundamental era la vida.
El décimo y último punto que abarca el autor es el de Cristianos que Viven en los Cauces del Catolicismo. Sus características más comunes son las siguientes: la primera, presente desde las colonias, es la de los que viven el catolicismo popular en zonas rurales y los que lo viven en las ciudades. La segunda tiene que ver con el sujeto, esto tiene que ver con los indígenas, que no solo han resistido los cambios de estos cincos siglos sino que gracias a él estos grupos perduran con sus propia características culturales. La otra se basa en la influencia que tenga el agente de la institución eclesiástica en su configuración y funcionamiento.
Finalmente, podemos decir que cada uno de estos puntos que Pedro Trigo trata presentan un panorama de los diferentes modos que los católicos vivimos nuestra religión dependiendo nuestra cultura y condición social. Pero al final, lo más importante es seguir a Cristo que es lo que más importa.
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