Jesús había proclamado su doctrina sólo de forma oral. Las primeras comunidades cristianas no vieron razón alguna para escribir su enseñanza, pues vivían entre ellos los testigos oculares que habían escuchado y conocido a Jesús y que testimoniaban de modo auténtico su evangelio. Pero en ese tiempo se desarrollaron formas preliterarias que conocemos en la medida en que entraron en la literatura posterior. Ellas crecieron en el humus de los cuatro ámbitos vitales más importantes de las comunidades cristianas primeras, compuesta de cristianos, judíos y gentiles, de su cultura y entorno. Estos cuatros ámbitos son:
❖ En la vida cotidiana como exhortaciones e instrucciones para una vida cristianas (perénesis). Se encuentran en este ámbito los famosos catálogos de virtudes y vicios, las tablas domésticas, así como la doctrina de los dos caminos tal como la contienen la Carta de Bernabé y la didaché o didagé.
❖ En la Liturgia como oraciones, cantos y aclamaciones tales como Amén, Aleluya, Hosanna, el Padre Nuestro, el Magníficat y el Benedictus.
❖ En la catequesis para transmitir la fe dentro de la comunidad y para adoctrinar a los recién convertidos; en especial para preparar la recepción del bautismo, como, por ejemplo, las primeras formulas breves del Credo y la fórmula bautisma.
❖ El la predicaciones misioneras como fórmulas kerigmáticas que resumen las homilías misionales.
Constituye una categoría específica la tradición oral de dichos y hechos de Jesús, recogida en buena medida, pero no de forma completa, en la redacción de los cuatro evangelios canónico.
Los Géneros Literarios de la Literatura Apostólica
Las Cartas. El escrito más antiguo de la literatura cristiana que poseemos es la Primera carta a los Tesalonicenses, del apóstol Pablo, escrita en el año 51/52 en Corinto. Luego vienen las cartas auténticas de Pablo a los gálatas, a los corintios, a los filipenses, a Filemón y a los romanos. La segunda cara a los tesalonicenses, a los colosenses, la carta a los efesios y las cartas pastorales (1ª y 2ª a Timoteo y Tito) no fueron escritas ni dictadas por San Pablo, son pseudoepigráficas. Todas estas cartas permiten comprender bien cómo nació la literatura cristiana: no con la intención de componer una obra literaria, sino como respuesta a una necesidad práctica. La propagación creciente del cristianismo dificultaba de modo creciente el contacto personal; lo forma de la carta vino a sustituir esta dificultad.
Los evangelios
Unos veinte años más tarde, aproximadamente a partir del año 70, nació el segundo género de la literatura cristiana, los evangelios, debido a otra necesidad de comunicación: la de conservar para las generaciones futuras la auténtica doctrina de Cristo. Los evangelistas informan de la vida y doctrina de Jesús desde su nacimiento o desde el comienzo de su vida pública hasta su resurrección. No les guía un interés cronológico, sino que, inspirados por su fe, se basan en la reflexión teológica y en la experiencia de las comunidades. Su objetivo es hacer una exposición teológica y catequética de la fe.
Los Hechos
Los hechos son el tercer género de la literatura apostólica. Lucas quiere ofrecer un relato histórico, investigado con precisión, de la historia de la salvación. El relato va desde la anunciación del Mesías Hasta su ascensión a los cielos y cuenta luego la posterior difusión de la salvación en el mundo entero por medio de los hechos de los apóstoles.
Las apocalipsis
Finalmente, como cuarto género de la literatura apostólica, nacieron las apocalipsis. La primera de ellas fue la de Juan, a fines del siglo I. Son revelaciones proféticas del tiempo final, y pretende advertir que el final del mundo es inminente; pero también quieren insuflar ánimo en las persecuciones y sufrimientos de ese tiempo final.
La literatura apócrifa
En la terminología de la Iglesia primitiva, los libros apócrifos son aquellos que provienen de un origen desconocido, o falsamente atribuido, y aquellos que no fueron acogidos en el canon, o aún cuando algún tiempo hayan sido tenidos como canónicos y luego se les consideró sólo como valioso para una lectura privada.También fueron considerados como sospechosos por falta de continuidad y sentido con la Tradición y por contener relatos fabulosos. Algunos fueron escritos por herejes. Poco a poco se les tuvo también por espurios, falsos, bastardos e inauténticos.
Protoevangelio de Santiago, Evangelio de Tomás, Apócrifo de Juan, Evangelio de la verdad, Sofía de Jesucristo. Entre los más interesantes figura el Evangelio de Tomás que consta de toda una serie de Dichos de Jesús. En la actualidad es muy estudiado por su posible relación con le evangelios canónicos y también por su valor propio, con independencia de los mismos evangelios.
Los Orígenes de las Fórmulas Litúrgicas de la Legislación Canónica
El símbolo de los apóstolesEl símbolo de los apóstoles es un breve resumen de las principales doctrinas del cristianismo. Su forma actual, que consta de doce artículos, no es anterior al siglo VI (se utilizaba en la instrucción de los catecúmenos). En el siglo IV, Rufino compuso un comentario “Sobre el Símbolo de los Apóstoles” en el cual explica su origen. Según él, una tradición afirmaba que los Apóstoles, después de haber recibido el Espíritu Santo y antes de separarse para ir a sus respectivas misiones en diferentes países y naciones, redactaron de común acuerdo un breve sumario de la doctrina cristiana como base de sus enseñanzas y como regla de fe para los creyentes.
Investigaciones recientes sobre este punto prueban suficientemente que su contenido esencial data de la era apostólica. La forma actual, sin embargo, se desarrolló gradualmente. Su larga y constante historia esté íntimamente ligada al desarrollo de la liturgia bautismal y de la preparación de los catecúmenos.
La fórmula cristológica
La forma más primitiva del Credo, del Símbolo, se conserva en los Hechos de los Apóstoles, 8, 37. Felipe bautizó al eunuco de Etiopía después que éste hizo profesión de su fe de esta forma: Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
La fórmula trinitaria
Además de la fórmula cristológica, existió desde los tiempos apostólicos, para el rito bautismal, una confesión de fe trinitaria, que terminó prevaleciendo sobre la cristológica. Fue sugerida por el precepto de Señor de bautizar a todas las naciones “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Aquí se añade la parte del credo que reza “y en la santa Iglesia y en la remisión de los pecados”.
La fórmula combinada
Se combinan las fórmulas cristológica y trinitaria. El resultado fue una fórmula de ocho o nueve cláusulas con una extensa regla de fe cristológica, parecida a la que se usaba en Roma hacia el año 200.
La Tradición Apostólica
Se trata de una obra de pequeñas proporciones, pero de suma importancia especialmente para la eclesiología. Suele datarse hacia el año 220 y se atribuye a Hipólito de Roma su autoría. Con excepción de la Didajé, es el más antiguo y el más importante escrito de las Constituciones eclesiásticas de la antigüedad. Fue escrita originalmente en griego.
Esta obra consta de tres pastes: Constituciones de la Iglesia, iniciación cristiana y usos y costumbres en la Iglesia.
La primera parte es la más importante. Trata de la liturgia de la consagración del obispo, del sacerdote y del diácono: es importante señalar el papel que la Tradición Apostólica confiere al pueblo cristiano en la ordenación del obispo. La segunda parte se refiere a la iniciación cristiana con una serie de normas para los catecúmenos y para los que ejercen diversos oficios y profesiones. La tercera parte trata de los diversos usos de la comunidad: comidas de caridad que, sin ser eucarísticas, tienen, sin embargo, un carácter religioso, asambleas litúrgicas; bendiciones de diversos frutos de la tierra; normas para la oración, el ayuno, el entierro. La razón fundamental de todo lo expuesto en el libro es la edificación de la Iglesia y la vida eterna de los creyentes.
La Didaskalía de los Apóstoles
Esta obra se compuso en Siria en la primera mitad del Siglo III, en griego.
La Didaskalía de los Apóstoles, a diferencia de la Didajé, pretende llegar no sólo a las enseñanzas de los apóstoles, sino hasta el mismo concilio de Jerusalén.
La Didaskelía contiene reglas para la elección y consagración de obispos, la ordenación de sacerdotes y diáconos y la instrucción de los catecúmenos. Presenta luego derechos y deberes de los obispos, especialmente el trato que deben tener para con el pecador arrepentido y el cuidado de los pobres. Describe el modo de llevar a cabo las reuniones litúrgicas y el modo de atender a los cristianos perseguidos y encarcelados por el nombre de Cristo. Por lo que respecta al modo de realizar la penitencia va contra las tendencias rigoristas y admite claramente la posibilidad del perdón de todos los pecados.
Define a los presbíteros como consejeros del obispo y corona de la comunidad.
Actas de los Mártires
De gran valor en las iglesias locales, pues eran leídas ante el pueblo congregado para la celebración eucarística. Las actas constituyen un excelente material de información acerca de la historia de las persecuciones y de los martirios de muchos cristianos en los primeros siglos. Las actas pueden dividirse en tres grupos:
▪ Procesos verbales oficiales; por ejemplo el Policarpo, Justino, mártires escilitanos…
▪ Relatos de testigos oculares: las conocidas como pasiones.
▪ Leyendas de mártires para edificación de la comunidad.
El significado fundamental de las actas reside en hacer ver a la comunidad cristiana y a toda lo posteridad el valor de tantos hombres y mujeres para dar testimonio de Cristo. Las actas servían, pues, como testimonio y como enseñanza.
La Didajé
La intención del autor de esta obra fue evidentemente dar un breve resumen de la doctrina de Cristo tal como la enseñaron los Apóstoles a las naciones.
Los últimos grandes comentadores están de acuerdo en señalar que se trata de una compilación de diversas fuentes y datos recogidos por un autor anónimo, con el fin de servir a las comunidades en sus necesidades más urgentes, sobre todo cuando éstas recibían a personas provenientes del paganismo.
La obra se divide en dos partes: Tratado sobre las dos vías y la regla de la comunidad. Señala dos tipos de ministerios: itinerantes (profetas, los apóstoles y los maestros, de entre esto el profeta goza de una gran autoridad en la comunidad) y sedentarios (epískopos, diákonos).
Temas de todo el documento: Instrucciones litúrgicas, disciplina que ha de observarse en la comunidad, desarrollo de los ministerios y el papel fundamental de la comunidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario