Los dos centros que dominan en Occidente: Roma y Cartago.
Tertuliano
Se destaca por su defensa a los cristianos. En su obra Apologético Tertuliano hacer ver con multitud de ejemplo que los cristianos no son seres extraordinarios, ni pretenden serlo. Aquí va de acuerdo con la mentalidad de la Carta a Diogneto. Si la conducta de los cristianos es reprochable que se les castigue. Pero lo que sucede en el caso de los cristianos es que no es algún crimen el que está en causa, sino simplemente un hombre. La batalla es contra un hombre de peculiar importancia y significación; no lo es tanto contra la secta cuanto contra el fundador de la misma. De aquí que diga Tertuliano: “Es verdad que hay odio contra la secta, pero propiamente es contra el autor de la misma. En definitiva, pues, los enemigos van contra el fundador del cristianismo.
Tertuliano persiste con toda su alma en defender a las comunidades cristianas tanto del error de paganos y judíos como de la fuerza de los herejes.
Por una Iglesia más dinámica y evangélica
Tertuliano ve a la Iglesia esencialmente ligada a la Trinidad. La Iglesia, para Tertuliano, es, como lo será para Cipriano y muchos otros, “ecclesia de Trinitate”. Afirma: “Puesto que el testimonio de fe y la promesa de salvación se hace propio de cada uno bajo la acción de la Trinidad, por ello se hace mención de la Iglesia en la misma forma, porque donde están los tres, a saber, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, allí está la Iglesia, que es el cuerpo de la Trinidad.
Cipriano de Cartago. S. III
Dos puntos referencial: Tertuliano y la Escritura.
Escribió, en general, obras pequeñas y de circunstancias, pero reflejan claramente la situación de la Iglesia y del imperio en todos los ámbitos. El más conocido libro sobre la unidad de la Iglesia, luego Sobre los apóstatas, Comentario al Padrenuestro, Sobre las buenas obras y la limosna, Sobre la peste, A Demetriano, Sobre los bienes de la paciencia, etc. Escribe, o se conservan, alrededor de 80 cartas que expresan de la manera más nítida la vida compleja de este gran pastor, su relación con la Iglesia universal, su actitud para con los fieles y su comportamiento frente al imperio. En esta época los cristianos son verdaderos marginados.
El sentido de Iglesia en Cipriano
Su concepto de Iglesia y su función como obispo en la comunidad y la relación entre ambos, y así con otras iglesias locales y todas con la universal, es el punto más relevante de la doctrina y de la praxis de Cipriano de Cartago.
La unidad de la Iglesia se funda en la unidad de la Trinidad.
En la época de Cipriano y en las comunidades con las que él tiene trato más constante y directo es realmente impensable que haya una comunidad sin pastor o sin presidente; pero del mismo modo es impensable que el pastor de la grey o el presidente de la comunidad ocupe en lugar sin el consentimiento de la comunidad o a espalda de la misma. El obispo es elegido y ordenado en presencia del pueblo. El pueblo tiene poder para elegir obispo que sean dignos y para rechazar a los indignos. En el mismo acto de la ordenación e imposición de manos se expresa, pues, el elemento cristológico, el elemento pneumátológico y el elemento eclesiológico.
El problema de la reconciliación de los lapsi
Se trata de llegar a un acuerdo sobre la actitud a tomar en las iglesias frente a aquellos cristianos que habían caído durante el período de las persecuciones o que habían apostatado de su fe cristiana. El problema radicaba en qué hacer con todos aquellos que, pasada la persecución deseaban volver a la Iglesia dejando su anterior actitud. Cipriano, con las iglesias africanas y las de Roma, mostraba la posibilidad d perdón para todos y de reconciliación con la Iglesia, siempre que hicieran una penitencia digna mostrando verdadero arrepentimiento.
En la vida de Cipriano se presenta ahora el problema mayor por lo que respecta a su relación con el obispo de Roma y con la Iglesia de Roma que consistía en lo siguiente: muchos cristianos procedían de la herejía, que habían nacido en ella y sido bautizados en ella, en determinado momento pidieron ser admitidos en la Iglesia católica. Las iglesias de África, de Asia Menor y de Siria tenían la costumbre de rebautizar a todos los que se hallaban en esas circunstancias, mientras que Roma, Alejandría y otros lugares se contentaban con imponer las manos a los convertidos, considerando válido el bautismo recibido antes de su conversión. De aquí surge una discusión áspera ente el Papa Esteban y Cipriano.
Clemente de Alejandría
Su preocupación más grande es mantener la ortodoxia frente a las numerosas sectas alejandrinas. Tres obras: El Pedagogo, Protréptico y Strómata. En el Pedagogo expresa que hay uno, Cristo, que nos conduce al conocimiento; a este propósito nos presenta el colorido de la vida alejandrina.
Orígenes
Es sin duda, el más profundo, original y audaz de los Padres de la Iglesia. Hombre de vastísima cultura vivió entre el 185 y el 253.
La mayor parte de la producción literaria de Orígenes está dedicada a la Biblia; se le considera como el fundador de las ciencias bíblicas. Su obra Exaplas constituye el primer intento para establecer un texto crítico del A.T. Escribió un comentario al Evangelio de San Juan que fue muy utilizado por los gnósticos. Su pensamiento teológico más sistemático está expuesto en el grandioso tratado De Principis, conservado en traducción latina. En él pretende Orígenes, en primer lugar, ofrecer lo que era patrimonio doctrinal de la Iglesia recibido por la tradición, luego expone sus propias especulaciones. En un tono más apologético, escribió su tratado Contra Celso.
Teología de Orígenes
Dios es en sí y en su esencia incognoscible para la mente humana; pero Él se da a conocer a los que quiere, por la creación y, de manera muy particular, por medio de su Hijo. En lo que se refiera al misterio de la Trinidad, Orígenes se expresa en formas que fácilmente pueden aparecer como subordinacioncitas: su particular solicitud está en afirmar el carácter unido y supremo de Dios Padre, como primer principio absolutamente in-engendrado; junto a él, el Hijo engendrado, y con mayor razón el Espíritu Santo, parece concebirse como en un plano distinto, pero afirma que el Espíritu Santo es sustancial, personal e inc
reado.
Su escatología
Según Orígenes ha de darse una apocatástasis o total restauración final por la que todo mal, incluido el mismo demonio y el infierno, desaparecerá como tal para que absolutamente todo sea sometido fielmente al Dios soberano. Su preocupación por negar la entidad verdadera independiente al mal hace que Orígenes no pueda considerarlo compatible con el dominio absoluto del Bien.
En la interpretación de la Escritura, pesa ante todo en Orígenes la idea de la trascendencia e inefabilidad radical de Dios, de quien toda palabra humana y material no será jamás expresión perfecta. De ahí que la verdadera comunicación de Dios sea propiamente por la vía del Espíritu, y que la letra de la Escritura sea considerada sea considerada ante todo como vehículo de la comunicación espiritual de Dios. El sentido más profundo y auténtico de la Escritura es siempre espiritual.
La Iglesia es para Orígenes la congregación de todos los que son salvados por el don misericordioso de Dios, ya desde los comienzos de la humanidad. Después de la venida de Cristo el don de Dios no se encuentra ya en la ley judaica, que era anticipo o imagen de lo que había de venir, sino en la tradición apostólica de la Iglesia, en la que se conservan las enseñanzas y la fuerza de la venida de Cristo.
Orígenes ve en los sacramentos signos sensibles de los dones espirituales de Dios, especialmente en el bautismo y en la eucaristía. El bautismo requiere la verdadera conversión del corazón y la purificación interior que se simboliza en el lavatorio. La eucaristía, que ofrece realmente a los fieles el cuerpo de de Cristo, requiere al mismo tiempo el alimento de la palabra viva de Dios, en la fe sincera y la meditación de la Escritura.
Finalmente, Orígenes es el primer gran maestro de la vida espiritual, hallándose en él la base de lo que había de ser durante siglos la espiritualidad cristiana. Orígenes, fiel a Pablo, vive de la convicción de que la justificación del pecador es puro don que Dios hace al que se entrega a Dios por la fe, y no mérito del hombre. Pero al mismo tiempo sabe que las obras son fruto y manifestación de la fe, y que Dios da con fe el poder y el querer obrar el bien.
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