martes, 25 de julio de 2017

Dei Verbum


    Desde el comienzo de este acercamiento a La Dei Verbum, constitución dogmática sobre la Divina Revelación, es bueno que tengamos en cuenta que ésta no se refiere, como equívocamente se puede llegar a pensar, a la Revelación como palabra de Dios escrita exclusivamente, sino que alcanza a toda la Divina Revelación. Es decir todos los medios y acontecimientos mediante los cuales Dios por su voluntad se auto-comunica a los seres humanos. Ahora bien, esto no quita que las Sagradas Escrituras jueguen un papel fundamental en esta empresa de comunicación divina, auque como ya dijimos, no exclusivo.


      Los lineamientos centrales de este documento consisten en  abordar la Revelación y su transmisión. En un primer capítulo se trata la Revelación en sí misma, es decir, su naturaleza, en el segundo se abordará la cuestión de su transmisión mediante la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura. Luego a partir del tercer capítulo hasta el sexto, que es el último del documento, se aborda específicamente la Sagrada Escritura, como medio privilegiado por el cual se transmite la Revelación de Dios. Desde de este esquema más o menos general se abordan los grandes temas de la Revelación. Cristo como plenitud de la Revelación, el ser humano como receptor activo de la misma, la gratuidad de Dios al darse (revelarse), la Iglesia, la Tradición y el Magisterio como lugar, medio y responsable de salvaguardar y transmitir la Revelación de Dios. Entre otros puntos, no menos importantes dentro del mismo tenor.

    Respecto a la Revelación, contenida privilegiadamente en la Sagrada Escritura, el documento afirma su procedencia divina, en tanto que inspirada por el Espíritu Santo. A pesar de presentar la inspiración como un elemento fundamental, queda claro que Dios y el hombre son “autores” de la Escritura, aunque no de la misma manera. Dios se manifiesta a través de los autores humanos y mediante ellos garantiza que se ponga por escrito todo y solo lo que él quiera.

    Por otra parte se refiere a la verdad contenida en la Escritura, verdad “defendida” guardada y comunicada por o mediante su Iglesia. Es importante en este sentido, tener clara la controversia que genera para muchos “oídos”, escuchar hablar de la verdad de la Escritura. Desde distintos puntos se cuestiona esta afirmación que recoge el documento, cuando dice: “la Iglesia siempre ha creído y cree en la verdad de la Sagrada Escritura”. Ahora bien, hay que tener claro el sentido de esta afirmación. No se trata de una verdad meramente científica o histórica. De hecho los que encasillan en una de estas tendencia la cuestión, llegan a afirma que la Escritura se equivoca. Sin matización alguna podemos darles la razón. Claramente los que así lo entienden están tratando de dar respuesta a ciertas preguntas, desde presupuestos inadecuados.

El concilio en este sentido, profundiza teológicamente y desde la perspectiva de la Revelación y su finalidad salvífica ilumina la noción de verdad en los libros sagrados, y deja claro que se trata de aquella verdad que Dios quiso plasmar en dichos libros para salvación nuestra. En pocas palabras se trata de una eminente verdad, pero no de una mera verdad científica, sino de una verdad de sentido, una verdad teológica.      

    Por otra parte,  la auto-manifestación de Dios se da  mediante un proceso determinado, lo que conocemos como: pedagogía divina. Dios se hace al modo del ser humano, para que éste pueda de mejor manera acoger mediante la fe el don comunicado. Además que le capacita a través de su Espíritu para ello. Quedando evidenciado de este modo, el carácter Trinitario de la Revelación. Es decir, Dios padre se revela plenamente en Cristo y su mismo Espíritu asiste al hombre en la compresión y acogida de tan gran misterio.      
   
    Cabe destacar como dato importante la gratuidad de Dios al comunicarse. Dios se manifiesta al hombre porque le ama. Se comunica como amigo. Más aún se hace hombre con los hombres de modo que le habla en su mismo lenguaje. La claridad y adaptación de Dios a las condiciones humanas están íntimamente ligadas con la finalidad de su Revelación. Dios pretende salvar al hombre. Busca enseñarle y capacitarle para vivir con él. De aquí que le proponga un camino asequible,  y más aún, le acompañe de cerca hasta guiarle hacia Él. En todo este proceso, Dios respeta la libertad con que ha creado al hombre. Dentro de su propuesta juega un papel importante la repuesta del hombre desde la libertad. Respuesta que Dios no condiciona, sino que acompaña desde la fe.    

    A modo de conclusión podemos decir que la Revelación según la hemos percibido viene a ser una “buena noticia” para el ser humano, destinatario privilegiado de ella. Buena noticia que se comunica y transmite por medio de un dialogo amistoso. Interesante la particularidad de esta comunicación, donde el mensaje y remitente vienen a ser la misma cosa. Cristo culmen de la revelación, noticia comunicada es en definitiva el mismo Dios que se dirige voluntariamente a los suyos, es decir, a todos. Por otra parte, en todo este proceso el hombre no es un agente pasivo, sino que responde mediante la fe a la propuesta de Dios de vivir en relación con Él.



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