martes, 25 de julio de 2017

La Personalidad en el Siglo Primero

El texto comienza con una pregunta simple: ¿Qué tipo de personalidad es la que percibe la vida casi exclusivamente en término de honor? Para quienes empiezan, un tipo de persona así se vería siempre a través de los ojos de los demás. Según el modo de ver las cosas del grupo de extranjeros que se descubren en el N.T., podría parecer que una existencia humana significativa depende de la plena conciencia que tenga la gente de lo que otros piensan y sienten de ellos, y de vivir en consecuencia.
Por lo que conciencia significa sensibilidad a lo que otros piensan y puede esperar de otra persona; es otro termino para referirse a la vergüenza, aunque en sentido positivo (lo mismo que mente equivale a corazón). Como resultado, la persona en cuestión no piensa de sí mismo como individuo que actúa solo, al margen de lo que otros piensan y dicen. Más bien, la persona es siempre consciente de las expectativas de los demás, especialmente de la gente relevante, y lucha por encajar en esas expectativas.  Se trata de la persona inmersa en el grupo, orientada hacia el grupo, de la personalidad diádica, de quien necesita a otro para conocer quien es.   

Como la personalidad diádica extrae su información de fuera de sí misma y, a su vez, sirve de fuente de información exterior para otros, cualquier cosa con rasgos únicos que se abra paso en el interior de una persona está desprovista de la atención que le puedan prestar los demás. La psicología individual, la unicidad individual y la autoconciencia individual quedan al margen como carente de interés y de importancia.
En cambio, todas las motivaciones, motivos y actitudes provienen de estereotipos culturalmente compartidos, de generalidades percibidas como inherentes a ciertos grupos, desde la propia familia, pensando por el pueblo o la ciudad, hasta la nación. También estos estereotipos provienen de los rasgos y la conducta obvios y típicos en el grupo, no de consideraciones psicológicos de tipo individualista. La gente pone casi todo su interés en calcular su grado de honor de  sus grupos en relación con otros grupos.
Lo mismo que la sociedad está formada por cierto número de grupos interconectados, y sin embargo diferentes, compuestos de individuos interconectados, y sin embargo diferentes, también el individuo es percibido como un compuesto de distintas zonas de actividad  interconectadas, aunque diferentes.
La existencia y función de estas zonas es verificada y comprobada en virtud de observaciones externas y concretas repartidas en tres áreas: ojos – corazón, boca – oídos, manos – pies la de la actividad premeditada. Lo mismo que los individuos, también los grupos actúan teniendo en cuenta estas tres zonas.

Este modelo cultural de la estructura humana es aplicado analógicamente a Dios. También Dios es descrito desde estas tres zonas. En el Nuevo Testamento, debido a la importancia central de la experiencia de Jesús, las tres zonas del modelo – Dios es retocado y aplicadas a las actividades específicas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.    

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