El
texto comienza con una pregunta simple: ¿Qué tipo de personalidad es la que
percibe la vida casi exclusivamente en término de honor? Para quienes empiezan,
un tipo de persona así se vería siempre a través de los ojos de los demás.
Según el modo de ver las cosas del grupo de extranjeros que se descubren en el
N.T., podría parecer que una existencia humana significativa depende de la
plena conciencia que tenga la gente de lo que otros piensan y sienten de ellos,
y de vivir en consecuencia.
Por
lo que conciencia significa sensibilidad a lo que otros piensan y puede esperar
de otra persona; es otro termino para referirse a la vergüenza, aunque en
sentido positivo (lo mismo que mente equivale a corazón). Como resultado, la
persona en cuestión no piensa de sí mismo como individuo que actúa solo, al
margen de lo que otros piensan y dicen. Más bien, la persona es siempre
consciente de las expectativas de los demás, especialmente de la gente
relevante, y lucha por encajar en esas expectativas. Se trata de la persona inmersa en el grupo,
orientada hacia el grupo, de la personalidad diádica, de quien necesita a otro
para conocer quien es.
Como
la personalidad diádica extrae su información de fuera de sí misma y, a su vez,
sirve de fuente de información exterior para otros, cualquier cosa con rasgos
únicos que se abra paso en el interior de una persona está desprovista de la
atención que le puedan prestar los demás. La psicología individual, la unicidad
individual y la autoconciencia individual quedan al margen como carente de
interés y de importancia.
En
cambio, todas las motivaciones, motivos y actitudes provienen de estereotipos
culturalmente compartidos, de generalidades percibidas como inherentes a
ciertos grupos, desde la propia familia, pensando por el pueblo o la ciudad,
hasta la nación. También estos estereotipos provienen de los rasgos y la
conducta obvios y típicos en el grupo, no de consideraciones psicológicos de
tipo individualista. La gente pone casi todo su interés en calcular su grado de
honor de sus grupos en relación con
otros grupos.
Lo
mismo que la sociedad está formada por cierto número de grupos interconectados,
y sin embargo diferentes, compuestos de individuos interconectados, y sin
embargo diferentes, también el individuo es percibido como un compuesto de
distintas zonas de actividad
interconectadas, aunque diferentes.
La
existencia y función de estas zonas es verificada y comprobada en virtud de
observaciones externas y concretas repartidas en tres áreas: ojos – corazón,
boca – oídos, manos – pies la de la actividad premeditada. Lo mismo que los
individuos, también los grupos actúan teniendo en cuenta estas tres zonas.
Este
modelo cultural de la estructura humana es aplicado analógicamente a Dios.
También Dios es descrito desde estas tres zonas. En el Nuevo Testamento, debido
a la importancia central de la experiencia de Jesús, las tres zonas del modelo
– Dios es retocado y aplicadas a las actividades específicas del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario