En que consiste.
La antropología, en sentido general se define como el estudio de la persona humana. Busca responder a tres preguntas fundamentales: ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos? y ¿a dónde vamos? Estas cuestiones las podemos enfocar desde diversas ópticas o perspectivas y así obtener diversos enfoques antropológicos. Ejemplo.
La antropología cultural, si estudiamos al ser humano desde la perspectiva de la cultura.
La antropología filosófica, si lo estudiamos desde la perspectiva filosófica.
La antropología cristiana, si nos acercamos a la persona humana desde la perspectiva de Cristo.
En este curso afrontamos las cuestiones centrales de la persona humana desde la perspectiva de Cristo, pues sólo en EL puede el ser humano encontrar todas las respuestas a sus anhelos, tanto los inmanentes como los trascendentes. Así lo confiesan los Padres Conciliares:
“Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo, a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo, a la humanidad, otro nombre en el que sea necesario salvarse. Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro. Afirma además la Iglesia que bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre. Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, el Concilio habla a todos para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra época” Gs. 10.
La antropología cristiana es una reflexión sobre el misterio del ser humano a la luz del misterio del Dios-Trino revelado en Cristo. “La antropología teológica trata de esclarecer la entera realidad humana desde aquello que, según la fe, constituye su misma raíz, a saber, la referencia a Dios” . Dicho en pocas palabras es la “visión cristiana de la persona humana”.
El hecho de que nos ubiquemos dentro de la perspectiva cristiana, no reduce ni limita la respuesta a la pregunta sobre el ser humano, ya que, nuestra perspectiva nos ofrece una visión total del ser humano, desde sus raíces más profundas. De ahí que la antropología cristiana, contrario a otras antropologías, pueda esclarecer la entera realidad humana, pues sólo Cristo revela al hombre en que consiste ser persona humana y le da a conocer la sublimidad de su vocación:
“En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. (Gs. 22)
Su punto de partida.
Es evidente que el punto de partida de la antropología cristiana es Jesucristo: su persona y su mensaje. De ahí que la fuente de donde se alimenta es la Revelación contenida en La Sagrada Escritura y La Sagrada Tradición, enseñada con autoridad por El Magisterio de la Iglesia, guardián del depósito de la fe, vivida en el testimonio de los creyentes y reflexionada en la teología.
Su contenido.
La antropología cristiana abarca los antiguos tratados de la creación, dignidad humana, la situación pecadora de la persona humana, la vida en la gracia, la justicia de Dios en la persona humana y el destino final del ser humano (escatología). Aunque este último no ha entrado del todo, todavía, y se mantiene como un tratado a parte.
La persona humana, un misterio.
Tratar de explicar un misterio con la fuerza de la razón es imposible. Un misterio siempre es objeto de fe, no de razón. Podemos iluminarlo, pero nunca explicarlo en su totalidad. Iluminarlo no significa abarcarlo por completo, dominarlo, el misterio seguirá siendo siempre misterio. En Cristo, para nosotros, el misterio de la persona humana se ilumina, pero sigue siendo un misterio.
En este sentido la persona humana se nos presenta como un problema fundamental en nuestras vidas, como una pregunta nunca resuelta del todo. El ser humano es para sí mismo un enigma. Lo más profundo de cada uno permanece oculto hasta a nosotros mismos.
Es en la escatología, cuando se muestre, con la mayor plenitud posible, el misterio de Dios, también nos conoceremos a nosotros mismos tal y como Dios ahora nos conoce. Pablo expresa esta experiencia con estas palabras: “ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido” (1 Cor. 13,12)
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