Podemos decir que en la historia de la apologética del
siglo XIX, Newman sin duda alguna representa un caso aislado. Como Pascal,
Blodel, Teilhard y algunos otros, ya que su intento se movía en un contexto
estancado, que prefería las certezas demasiadas seguras de los principios
metafísicos de la doctrina a la situación del creyente que se acercaba a ella.
En la primera parte de su obra la Grammar de Newman
consiste en el hecho de que el asentimiento, real y religioso, es dado por el
sujeto a la revelación, tal como se presenta en su unidad singular y original:
“El que cree en el depositum, cree también en todas las doctrinas contenidas en
el depositum. No puede saberlas todas juntas; sabe algunas y no otras; quizá
sepa sólo el credo o quizá sólo los artículos
principales del Credo; pero sepa poco o mucho, si cree en la revelación,
se propone creer en todo lo que hay que creer apenas se le haga presente. Todo
lo que hoy conoce como verdad revelada, todo lo que conozca posteriormente,
todo lo que hay que creer, es abrazado por él en la intención con un único acto
de fe”(G. 92). Por lo tanto el conocimiento
de Dios que proviene de la revelación no es, sin duda alguna, un conocimiento
especulativo, sino más bien una realidad que provoca a una responsabilidad
moral y que requiere el compromiso de toda la vida.
Newman concluye esta parte afirmando que la revelación
no es un texto filosófico, ni tampoco un conjunto de verdades abstractas, es
más bien una enseñanza autorizada que da fe de sí misma sin necesitar “pruebas”
externas, ni mucho menos representa una materia opinable. La revelación más
bien es una totalidad, una evidencia, una universalidad que se da por sí misma.
Por otra parte Newman presenta, dos datos: 1) la
religión natural, que es posible descubrir presente en cada uno si se
reflexiona sobre la conciencia, el sufrimiento y el sacrificio, y 2) el cúmulo
de probabilidades que constituye el “principio esencial” del razonamiento newmaniano.
Nuestro autor tras analizar algunos elementos independientes entre sí (la
religión natural, las religiones históricas y el sentido de cumplimiento
presente en ellas, el sentido de pecado, la religión hebrea, Jesús de Nazaret,
la Iglesia), tomados en su globalidad como un cúmulo de probabilidades, Newman,
llega a la conclusión de que “hay una sola religión que tiende a apagar las
aspiraciones, las necesidades, los presentimientos de la fe y de la devoción
natural.
Por otra parte defiende la revelación partiendo de lo
antes dicho, dice: “quizás pueda decirse que yo, educado en la fe cristiana, la
juzgo con su medida; pero no es así. No es así porque he tomado en gran parte
mi idea de lo que debe ser una revelación de las diversas religiones…; además
yo la privilegio también por una razón que aparece con toda evidencia en su
historia: sólo ella posee un mensaje definitivo, dirigido a la humanidad
entera”.
Por otra parte estamos ante una apologética de rasgos
contemporáneos, capaz de provocar también al hombre del siglo XX. Se encuentra
aquí una “dialéctica existencia”, que por su método inductivo obliga a la
reflexionar sobre la fe partiendo de la propia condición humana.
Una característica de este proyecto está determinada
por el hecho de que el sujeto se convierte de nuevo en partner del discurso
teológico. No es ya la doctrina abstracta en sí misma, sino ante todo el real man,
el hombre concreto, el que se enfrenta con el tema definitivo del sentido. O
sea, a partir de la experiencia que cada uno siente como personal, es como
Newman ha logrado percibir el elemento universal de la fe cristiana. Él asumió
esta experiencia ante todo como lectura psicológica, pero sin limitarse a ella.
Atendiendo a la ética y a la historia, produjo también aquella parte de la
filosofía que debe considerarse como premisa para la reflexión metafísica de L
Action de Blondel.
Ya en el tema de la historia y de una conciencia
histórica, tan constantemente presente en sus obras, hace pensar en una
originalidad anticipadora para nuestro presente teológico. Además la problemática de la fe tal como la asume
Newman, tan ligada al hombre concreto que llega a provocarlo a una experiencia
vivida, es una nueva característica que surge de este proyecto apologético. La
fe es considerada como un acto global, como un conjunto de sentimiento, de
razón y de praxis. Esta fe como respuesta y necesidad para todos los hombres,
ya que la universalidad es la nota de la revelación misma.
En la Grammar se responde precisamente a esta
exigencia: la fe para todos los hombres y para todo el hombre. El hombre
sencillo, como el especialista, llega a comprender el sentido de ese acto que
expresa la fuerza de la razón y la grandeza del amor.
Para Newman es el amor el protagonista de su obra, ya
que constituye el descubrimiento de una necesidad interna, íntima a cada uno,
que procede de un acto de amor, como puede verse en la muerte de Jesús: “Hay un
nombre que sobrevive, y es el de un hombre que vivió en la oscuridad y que
murió como malhechor”.
Con una sensibilidad diferente y con otros términos se
vuelve a proponer a cada uno de los hombres la necesidad inmutable de creer.
Para Newman esta necesidad se apoya en la verdad, “que es una sola”, en el
sentido del pecado y en la concreción de la propia experiencia; pero, como para
los más grandes apologetas, en la base sigue estando el tema central de la
rendición de la razón ante el misterio. Surrender of reason no es el rendirse
pasivo e infructuoso, sino el que después de haber recorrido todos los
recovecos del propio proceso racional, se abandona a la obediencia de la
adoración.
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