martes, 25 de julio de 2017

LA TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN.

En este módulo vamos a reflexionar acerca de la teología cristiana de la creación, su sentido y alcance. Nos adentraremos en La Sagrada Escritura en busca de las raíces de esta doctrina, cómo fue vivida y formulada tanto en el Antiguo Testamento, como el Nuevo Testamento. Igualmente nos fijaremos en la evolución que ha seguido la comprensión de esta doctrina a lo largo de la historia de la Iglesia, para concluir con la presentación de algunas reflexiones actuales sobre nuestro tema.


I.           LA CREACIÓN  EN  LA  SAGRADA  ESCRITURA.
Estudiando la Sagrada Escritura encontramos un interesante proceso: un paso de la fe en la creación a la doctrina de la creación. Ciertamente, lo primero que existió fue la fe en un Dios creador y salvador, que en momentos críticos de la historia del pueblo le llevó a elaborar una doctrina sobre la creación, con el fin, precisamente, de fortalecer la fe en ese poder salvador de Dios. Veamos.


1.   La Creación en el Antiguo Testamento.
Generalmente cuando hablamos de la creación en el Antiguo Testamento fijamos la mirada en el texto de Génesis 1,1-2,4ª; el cual es la única cosmogonía que existe en la Biblia. Este texto nos plantea una serie de interrogantes: ¿Cómo debe ser leído? ¿Se trata de un texto que narra el como de la creación de los seres?
Durante mucho tiempo este texto fue comprendido como una narración fiel y exacta de los hechos acaecidos en el nacimiento de los seres, es decir como una descripción del origen del mundo. Pero las transformaciones en el pensamiento humano, primero con la revolución copernicana, pasando por las teorías de la evolución, hasta llegar a las ciencias cosmológicas, han hecho inaceptable esta interpretación.
Este texto ha de interpretarse en clave religiosa, no en el marco de las ciencias naturales. El texto no habla del cómo de la creación, sino más bien del sentido de la creación y su objetivo es fortalecer la fe en el Dios Salvador.
Pero para que estas reflexione sean creíbles y no se llegue a pensar que, como las ciencias han demostrado que la realidad no es así, entonces la Iglesia anda buscando otra vía de explicación, es necesario descubrir en la propia Biblia la intención del autor sagrado al escribir Génesis 1,1-2,4ª. Para ello será necesario descubrir cual es la perspectiva desde la cual el autor sagrado contempla el hecho de la creación. La exégesis bíblica nos ayudará.
Las ciencias bíblicas nos enseñan que el relato de Génesis 1,1-2,4ª es tardío, pertenece a la época del exilio en Babilonia, y que antes de su elaboración ya existía la fe en el Dios Creador, lo que nos indica que, para poder comprender este texto en profundidad lo primero es colocarlo en su contexto. De ahí que antes de abordarlo examinaremos los antecedentes de la fe bíblica en el Dios creador y sus primeras formulaciones hechas por los profetas del exilio.

1.1.     La Fe en el Dios Creador.
Para comprender el origen de la fe en un Dios creador de todo, es necesario fijarse en la comprensión que el antiguo Israel tenía de Dios. A ellos se les dio a conocer como:
A.    Un Dios que se manifiesta en la historia, que camina con ellos, les acompaña en todos los momentos de su vida y sobre todo que les salva. Así lo refleja el primitivo credo histórico de Deuteronomio 26, 5-10.
Cabe la pregunta: ¿Cómo llegó Israel a descubrir que el Dios de la historia es un Dios con poder sobre la naturaleza y es el Señor del universo? Examinemos tres textos que corresponden a tradiciones muy antiguas.
a.   Josué 10,5-15. Es un doble relato, uno en prosa y el otro en verso, de un hecho acontecido durante la conquista de Palestina[1]. Lo esencial del relato es mostrar que Dios puede influir en el curso de la naturaleza para salvar a su pueblo y hacer cumplir sus designios. La naturaleza es puesta por Dios al servicio de un designio histórico. Ella está sometida por Alguien y así colabora con la realización de la historia de Israel.
b.   Jueces 4-5. Son dos versiones del mismo acontecimiento. El capítulo cuatro en prosa y el capítulo cinco en verso. La idea central del texto es: Yahvé salva y nada ni nadie se le puede resistir. Hasta los fenómenos de la naturaleza están al servicio del plan de Dios.
c.   Éxodo 15, 1-18. Es el llamado cántico de Moisés. En el proceso de liberación del pueblo de la esclavitud en Egipto, el mar se despliega obedeciendo la voz de Dios para que pase su pueblo y vuelve a su cause para castigar a sus enemigos. El mar es un instrumento de Dios para salvar a su pueblo. Si el mar le obedece, entonces Yahvé es Rey(v. 18)

Sin dudas que estos textos hablan de una fe en un Dios con poder sobre la naturaleza, pero cabe la pregunta: ¿es éste un poder ocasional, que sirve en momentos críticos de la historia o es un poder absoluto?
Israel responderá con la fe en un Dios que posee un poder absoluto y universal sobre la naturaleza, ahora bien, esta idea fue desarrollada a la luz de la fe en el Dios de la Alianza. Éste es un Dios fiel que cumplirá su promesa y la seguridad de que lo hará es que tiene poder.

B.    Un Dios que ha hecho una Alianza y tiene poder para cumplirla.
La idea que tenía Israel de Yahvé como el “Dios del cielo”, les ayudó a no identificarlo con ningún fenómeno natural, astro celeste o algo parecido. Yahvé no el dios del rayo o el trueno, ni el dios sol o luna. El es el Dios del cielo que está por encima de todo (Salmo 17, 18 y 28) y todo lo gobierna, su poder es ilimitado.

Es tan así, que cuando se le pregunta por su nombre responde: “Yo soy el que soy”(Ex. 3,14) remitiéndose a la historia de la salvación y no a la naturaleza.
Esta comprensión de Yahvé como un Dios que no está localizado en ninguna instancia de la naturaleza, ayuda al pueblo a descubrir que su poder es ilimitado y universal. Que Aquel que habita en el cielo supera absolutamente la tierra: “reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón que Yahvé es el único Dios allá arriba en el cielo, y acá abajo en la tierra”(Dt. 4,39)
Esta idea de Dios, como un Dios con poder ilimitado y universal, les llevó a la siguiente reflexión: si Yahvé reina sobre todo, ¿no será porque lo ha hecho todo?

La idea de la existencia de un Dios creador de todo es muy antigua en el pueblo de Israel. Sin embargo cuando analizamos los textos que nos hablan de la fe en la creación, éstos reflejan algo más: están escritos para fundamentar, para certificar que la promesa a Abraham se cumplirá.
Esto revela que en el fondo de todo se encuentra la idea de Dios como “el Dios de la Alianza” y que la fe en un Dios creador está en función del cumplimiento de la promesa salvadora: como es el creador de todo, todo lo puede, de modo que Él cumplirá su promesa

1.2       Primeras elaboraciones doctrinales.
Las primeras elaboraciones doctrinales las encontramos en los profetas del exilio. Jeremías será el primer profeta que nos hablará de forma explícita de la creación (32,17; 33,25-26) Sin embargo, será el Deuteroisaías, quien en el libro de la Consolación, desarrollará de forma sistemática una doctrina creacionista, que servirá de hilo conductor a su mensaje profético.

La derrota de Israel por parte de los ejércitos de Babilonia y consiguiente exilio, provocó una grave crisis de fe en el pueblo. Podemos sintetizar la crisis en estas preguntas: ¿A caso es el dios de Babilonia más fuerte que Yahvé? ¿Tiene o no tiene poder Yahvé para salvarnos? ¿Será su poder ilimitado?

Los profetas del exilio responderán con fuerza: El poder de Yahvé no conoce límites. Lo mismo que libró al pueblo de la esclavitud en Egipto, de igual modo nos librará de Babilonia; de la misma forma que creó un pueblo de la nada, lo creará de nuevo; porque Él es todopoderoso, es el creador del cielo y de la tierra, es decir de todo.

Como podemos notar, la formulación de una doctrina sobre la creación es tardía, se produce en un momento histórico específico y responde a motivos meramente religiosos.

Es importante hacer notar que el tema de la creación está en un segundo plano, que busca apoyar la fe en el Dios de las Alianza, el cual cumplirá su promesa. Pretende que el pueblo de Israel llegue a la convicción de que el Dios amoroso y fiel que se ha revelado en la historia, no dejará a su pueblo en la esclavitud, sino que lo salvará y reconstruirá de nuevo.
Entre los postulados de la teología creacionista los profetas del exilio se encuentran:
a.   Si Dios puede decidir el fin de todo, es porque todo tiene su principio en Él (Is. 40, 22-28)
b.   Yahvé es el único y verdadero Dios. Los ídolos son hechuras de manos humanas, mientras que los seres humanos son hechuras de Dios (Is. 46, 1-10) Con esto buscan ayudar a que el pueblo venza la tentación de la idolatría.
c.   Si Dios tiene un poder ilimitado, Israel puede y debe confiar, tener fe en que Él cumplirá su promesa (Is. 51, 9-11)
d.   Usan el verbo “bara”para referirse a la exclusiva acción creadora de Dios. Es un término técnico que tiene un sentido estrictamente teológico; su sujeto lo será siempre y solamente Dios. Hay que hacer notar que nunca se menciona una materia prima, un instrumento o un colaborador de Dios en su acción creadora. Su uso pone el énfasis en la realización de un hecho inédito, totalmente nuevo.
El verbo “bara” se usa para referirse a la creación del mundo (Is. 40,28; 41,20), como a las realizaciones históricas-salvíficas de Yahvé (Is. 43, 1.15; 42,2) Con ello se pone de relieve que tan creador es Yahvé de Israel, como del universo; y como es el único creador, sino que es su único salvador.
e.   Destacan el poder creador de la Palabra de Dios: así como Dios llamó a Israel para que sea su pueblo (Is. 45, 3-4), así llama a los seres para que sean (Is. 48,13) La creación es ya diálogo salvífico de Dios. El mundo y la historia no son una secuencia anónima de causas y efectos, ni fruto del azar; son el fruto de la voluntad de un ser personal que quiere y llama a las criaturas a la existencia.

Resumiendo, podemos decir, que en un primer momento el pueblo de Israel no necesitó de una formulación explícita de la fe en un Dios creador, la cual vivía como algo natural. La gran crisis creada por el acontecimiento del exilio en Babilonia exigió una reflexión y una formulación del poder creador de Dios, como forma de fortalecer la fe en el Dios que ha hecho una Alianza con ellos.
En ese marco es que se ubica el texto de Génesis 1,1-2,4ª, el cual estudiaremos a continuación.

1.2.     El relato del Génesis 1,1-2,4ª.
No vamos a detenernos a hacer una exégesis del relato, para ellos remitimos a otros estudio. Nosotros sólo presentaremos algunas conclusiones teológicas que podemos extraer de la lectura del relato en el marco que nos ocupa.
  1. La universalidad de Dios.
Yahvé no es un Dios particularista, sino universal; su bondad no se limita sólo al pueblo judío, sino que abarca a todos los pueblos y al cosmos en general. Él crea todo y lo hace muy bueno.
  1. El relato defiende un monoteísmo absoluto Yahvé es el único Dios.
Presenta a Yahvé como el único Dios, dotado de poderes ilimitados y como el principio exclusivo de donde proceden todos los seres. Esta procedencia de los seres, no se da por emanación o por una lucha contra los elementos primordiales, como se da en las cosmogonías de las culturas circundantes, sino por la sola Palabra y la libre voluntad de Dios: Él quiere y llama a los seres a la existencia. De este modo el cosmos es fruto de una voluntad gratuita y amorosa del único Dios.
  1. La fe en la creación posee una fuerza liberadora.
Las primeras formulaciones de la doctrina de la creación se realizan en medio de un pueblo de esclavos, con el fin de despertar la esperanza en la liberación. Si Yahvé es creador, tiene poder y puede salvarnos.
Esta fuerza liberadora se nota también en el desmonte que hace de la percepción de que el mundo es sagrado. Las otras culturas habían revestido el mundo de un “encantamiento”, que lo había convertido en intocable. La doctrina de la creación nos dice que el mundo es hechura de Dios, por tanto no es Dios y está sometido, al servicio de los seres humanos.
d. La descripción de la acción creadora de Dios posee una redacción claramente estilizada, centrada en lo esencial. No pretende explicarnos como se hicieron las cosas, no es un tratado de biología, cosmología ni nada parecido, su pretensión es solo afirmar que todo tiene su origen en Dios y es muy bueno.
  1. El tiempo juega un papel muy importante en el relato.
 A parte de su significado teológico de plenitud (siete días), el esquema de la semana creadora le sirve al autor para poner de manifiesto la valoración positiva del tiempo. Este no es, como decía Platón o como dicen en otras religiones una medida de la degradación de las cosas, sino el eje que conduce el desarrollo de la actividad humana. Es decir que con el paso del tiempo los seres no se van degenerando y alejándose de Dios, sino todo lo contrario, con el tiempo nos perfeccionamos más y nos acercamos más a Dios. Para los creyentes e la creación la historia es progresiva, no es posible admitir una visión cíclica como las doctrinas de la reencarnación.
La obra creadora y salvadora de Dios se da en la historia en lo que sucede a cada día. No se puede hablar de la existencia de dos historias, una sagrada y otra profana que existen y se mueven como dos líneas paralelas que ya no pueden juntarse. Lo profano y lo sagrado, la gracia y la naturaleza se desarrollan en un mismo cause.

1.3.     El relato de Génesis 2,4b-25.
Es un relato de la tradición Yavista, anterior a Génesis 1. No es un relato de creación, la cuestión que trata el autor no es sobre el origen del mundo, sino el problema del mal en el mundo. Sin embargo hay que reconocer que en él se encuentran algunas referencias a la creación y muestra la existencia de la fe en la creación, no una doctrina desarrollada y específica. Dos elementos a destacar es el antropomorfismo con que habla de Dios y que ambos describen la creación de forma diferente, lo que nos confirma que estos relatos no tienen un carácter científico, sino religioso.

1.4.     La creación en los salmos.
La fe en un Dios creador es muy frecuente en los salmistas, entre los cuales despierta diversos sentimientos: acción de gracias (salmo 136), de alabanza y adoración (salmo 148), confianza (salmo 33), sorpresa admirativa (salmos 8 y 104).
-      El salmo 136 es un salmo letánico que canta las maravillas de la obra salvadora de Dios, destacando que la razón por la cual es desplegada es el su “eterno amor”. Aquí la creación aparece como la obra salvadora de Dios y por lo tanto el primer motivo para la acción de gracia.
-      El salmo 148 invita a toda la creación: cielo, tierra, animales, seres humanos de toda condición a alabar a Dios pues todos les deben su existencia. Destaca el poder creador de la Palabra: “Pues él lo ordenó y fueron creados”.
-      El salmo 33 invita a abandonarse en Dios, confiando a Él toda nuestra existencia, ya que todo lo que existe le está sometido, pues todo ha sido creado por su Palabra y esta está fundada en la verdad. Destaca en dos ocasiones el poder creador de la Palabra: “Por la Palabra de Yavhé fueron hechos los cielos, por el aliento de su boca todos sus ejércitos”(6) y “Pues Él habló y así fue, Él lo mandó y se hizo” (9).
-      El salmo 8 expresa el asombro que despierta la grandeza del ser humano en toda la creación, pero sobre todo ante Dios: “que es el hombre para que te acuerdes de él”. Si la obra de la creación crea admiración, más admiración crea la grandeza del ser humano.
-      En el salmo 104, la admiración viene no tanto por la obra creadora en sí, sino por el orden y perfección dado por Dios a esta creación, de modo que todos puedan subsistir sin causarse daños, dependiendo de la providencia divina.

1.5.     En la literatura sapiencial.
Con los sabios se opera un giro importante en la reflexión en torno a la creación. Ya no se va destacar el poder creador de Dios para defender su poder salvador, sino para contemplar los atributos de Dios, los cuales se reflejan en la estructura ontológica de la creación y en las cualidades de los diversos seres, y de ahí extraer que consecuencias se derivan para el correcto actuar del ser humano. Al respecto comenta Juan Luís Ruiz de la Peña: “La creación, es pues, desglosada de lo que era su contexto próximo (la historia de la salvación) para ser analizada en sí misma; de esta suerte, el dato creación comienza  a funcionar como ingrediente de una especie de teodicea elemental y como fundamento del orden moral. De lo que ahora se trata es no tanto de comprender la historia de Israel cuanto de esclarecer el misterio del mundo y de la condición humana”.

Este cambio de perspectiva viene urgido por el cambio cultural producido por la penetración de la cultura griega. La referencia de los sabios ya no son los antiguos mitos cósmicos, no la tentación de la idolatría, ni los problemas de la historia y de los pueblos, sino la comprensión de lo que existe, como dar buen uso a las cosas, cual es el sentido de la existencia, etc. Más que una preocupación por la ortodoxia su preocupación será la ortopraxis.
De ellos destacamos los siguientes puntos:
-      La creación es obra de la sabiduría de Dios, por tanto nada sucede por azar o por obra de un destino caprichoso e incierto, sino que todo está sometido a un perfecto orden que emana de la sabiduría de Dios. (Pr. 8,22-31)
-      Esta sabiduría de Dios urge al ser humano a actuar con sabiduría para que pueda alcanzar la vida y la felicidad. (Pr. 8,32-36)
-      Como la creación es obra y está sostenida por un Dios sabio y santo, todo lo que existe tiene un sentido y ha de obrar para bien. Esta convicción no impide que los sabios se pregunten sobre el sentido de los grandes dramas humanos: la muerte, el dolor, el sufrimiento del inocente, etc.; un ejemplo de ellos son los libros de Job y Eclesiastés. En todo caso su respuesta será siempre que todo incluso el dolor y el sufrimiento del justo, tienen un sentido, lo que sucede es que Dios es demasiado trascendente para que nosotros podamos penetrar sus designios y la realidad es demasiado densa y opaca para que el ser humano pueda esclarecerla hasta el fondo. Así lo vemos en Job 28, donde se muestra la inaccesibilidad de la sabiduría de Dios. También en lo expresa Job en el Capítulo 42, cuando después de escuchar las palabras de Yahvé exclama: “Me doy cuenta que todo lo puedes, que eres capaz de cualquier proyecto. (Dijiste) ¿Quién es este que vela mi designio con razones carentes de sentido? Sí, hablé sin pensar de maravillas que me superan y que ignoro” (2-3)
-      En el libro de La Sabiduría, vamos a encontrar de manera más clara el influjo de las ideas griegas, sobre todo en el lenguaje. Un dato importante es que pone de relieve que el orden que reina en el mundo (cosmos), permite a los seres humanos llegar al conocimiento del Dios creador por medio de las criaturas (Sab. 13,1-5). Este argumento lo encontraremos en la Carta de Pablo a los Romanos (1,19ss) y será el fundamento de la teología natural o teodicea.

1.6.     El Segundo Libro de los Macabeos.
Es considerado el último documento de la fe judía en la creación. En él se ha fundado la tesis de la creación de la nada. Comenta Juan Luís Ruiz de la Peña: “la fórmula alcanza una precisión teológica irreprochable y posee además una eficacia retroactiva; a su luz es lícito precisar la intuición latente en las viejas aseveraciones: la creación de todo por Dios, la repulsa de cualquier forma de dualismo, la unicidad y soledad de Dios al crear, la creación por la Palabra, etc.
… el texto no se presenta como una escéptica elaboración de laboratorio. Está encuadrado en un contexto vital muy próximo al de los profetas del exilio; la creación se esgrime como motivo de esperanza en el instante de la prueba suprema, el martirio, y como argumento a favor de la fidelidad de Dios a su Alianza”.


LA CREACIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO.


2. La Creación en el Nuevo Testamento.

La inserción del dato Jesucristo, el N.T. da un nuevo y definitivo giro a la doctrina de la creación vista hasta ahora en el A.T. Esta reflexión no la encontramos en los sinópticos (nota), donde sólo hallamos algunas referencias. Seran Pablo y Juan quienes profundizarán en la dimensión cristológica de la creación.

2.1- La Teología Paulina de la Creación.
Pablo, como buen fariseo, tenía un gran dominio de la teología del Antiguo Testamento, lo que se refleja en sus escritos, sobre todo en su doctrina cristológica que es el eje central de su pensamiento.
Así encontramos expresiones como: «Todo proviene de Dios» (1 Cor. 11,12), varias citas de salmos como (1Cor. 10,26).

El tema de la creación por la Palabra: “Pues el mismo Dios que dijo: del seno de las tinieblas brille la luz, la ha hecho brillar en nuestros corazones, para iluminarnos con el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo” (2 Cor. 4,6 ), donde hace eco de Gn 1,3.  Rom 4,17 donde afirma que Dios crea «Llamando a las cosas que no son para que sean», está relacionado con 2Mac 7,28

La intención de Pablo al hablar de la creación es puramente soteriológica no cosmológica. El Dios que en el principio habló y dio el ser a las criaturas, ese mismo Dios nos promete ahora la resurrección; y así como creó la luz separándolas de las tinieblas, ahora nos alumbra con la luz de Cristo.

El acto creador de Dios es usado como argumento para defender su poder salvador. El creyente puede confiar en la realización de esa salvación, ya que quién la promete tiene poder de hacer pasar a los seres del no ser al ser o transformar las tinieblas en luz, por su sola Palabra.
Ese Dios no solo es el creador, sino que es su sustentador y en Él ellas encuentran sentido (Rom 11,36) y (Tim 6,13).

Para Pablo, al igual que el autor de la sabiduría, la creación es un camino para el conocimiento de Dios, por analogía (Rom 1,19ss) sin embargo reconoce que las huellas divinas empiezan en la creación, están opacadas por la realidad del pecado. La creación está sometida a la vanidad y a la servidumbre de la corrupción (Rom 8,20-21). De ahí que el plan inicial de Dios necesite de una «nueva creación». Creación que se realiza en Jesucristo. En esta línea Pablo afirmará que:
-          Cristo es el mediador de la creación. El mundo ha sido creado por Él y sólo en Él encuentra su verdadero sentido (1 Cor 8,5-6).
-          Cristo es el Principio, el centro y el fin de la creación (Col 1,15-20).
-          La creación está destinada desde el principio alcanzar su plenitud en Cristo. Cristo es la mediación universal y exclusiva de la actividad diina que se realiza hacia fuera, tanto en sus inicios, en su desarrollo, como en su término (Ef 1,3-14).

2.2 La Teología Joánica de la creación.

El prólogo del evangelio es una de las fundamentales de la fe cristiana en la creación. El texto se presenta como un nuevo génesis realizado a la luz del acontecimiento Jesucristo. Así lo muestran varios elementos:
-          La forma como inicia: «En el Principio»
-          La referencia a la creación por la Palabra (3).
-          La referencia a la luz y las tinieblas (4-5).

El autor pone de manifiesto la unidad existente entre la palabra divina de Gn 1 para y revela al principio la palabra encarnada, con la que la acción y la revelación de Dios llegan a su plenitud. Por esta palabra encarnada, Cristo, todo se hizo y nada se hizo sin ella. He aquí la esencia de la fe cristiana en la creación. El cómo y el cuándo no son preguntas que se respondan.

En síntesis, después de este estudio, sacamos algunas conclusiones:
-          en la creación no nos impone una imagen física del mundo.

-          la intención del relato bíblico es de corte soteriológico y no cosmológico u ontológico.

-          La fe cristiana en la creación no se identifica plenamente con la fe judía, aunque tiene muchos elementos en común, ya que a ésta le hace falta el hecho Jesucristo. El texto base para una doctrina cristiana sobre la creación es Juan 1 y no Génesis 1.

-          La creación ha salido buena de la mano de Dios, lo que nos impone una visión optimista de la realidad, sin dejar la pregunta sobre el mal



II. LA CREACIÓN A  LO LARGO DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA.

En el proceso seguido a lo largo de la historia para elaborar los conceptos mediante los cuales se expresa la doctrina cristiana de la creación, la Iglesia ha tenido que luchar con una doble problemática: una de tipo ontológica y la otra de tipo ética.

La problemática ontológica se puede plantear a través de la siguiente cuestión: si Dios es infinito, ¿Cómo puede existir algo distinto de Él? Es lo que nosotros conocemos como la postura panteísta: todo es Dios. Éste se presenta en una doble vertiente monista: sólo existe el espíritu (monismo idealista) ó sólo existe la materia (marxismo materialista).

La problemática ética se puede expresar con la siguiente cuestión; si Dios es bueno y todo lo ha hecho bien, ¿por qué existe el mal, cuál es su origen? La respuesta a esta pregunta conduce a afirmar la existencia de un principio generador-creador del mal; es lo que se conoce como el dualismo.
Frente al monismo de uno u otro tipo el cristianismo ha defendido la existencia real del creador y las criaturas, del espíritu y de la materia; y contra el dualismo, que todo procede de un mismo y único Dios infinitamente bueno, el mal tiene su origen en el ser humano, no en Dios.

Frente a la tendencia de divinizar la materia considerándola eterna, el cristianismo plantea la creación de la nada; y frente a la temporalidad cíclica (eterno retorno) plantea la creación en el tiempo, el carácter libre y amoroso de Dios en la obra creadora y la absoluta trascendencia de Dios, que conlleva a un radical optimismo cosmológico que hace posible la ciencia.

  1. LA ÉPOCA PATRÍSTICA.

Tres grandes temas dominan la evolución de la elaboración conceptual de la doctrina cristiana de la creación en esta época: la redacción de los símbolos de fe, la teología de los padres Apologistas y la lucha contra el Gnosticismo.

En la redacción de los símbolos.
Aquí encontramos una interesante evolución. En el primero no se hace referencia directa a Dios como creador. En el término «pantokrator», aplicado a Dios Padre, y que significa dominador o soberano absoluto de todo. Podemos descubrir como se mantiene la mentalidad bíblica de hablar de la creación en función del poder salvador de Dios. Él es el sustentador de todo.
En el hecho de aplicar sólo a Dios Padre el título de «pantokrator» se va imponiendo la tendencia de asignar el papel de Creador  al Padre. (DS 4-18). Olvidando la centralidad que había dado el Nuevo Testamento a Cristo en la Creación: “todo fue creado por Él y para Él” “por Él se hizo todo, sin Él nada se hizo”.

Hacia el siglo IV, en el Concilio de Nicea, se le agrega la expresión: “creador del cielo y de la tierra”; como forma de contrarrestar el gnosticismo y el maniqueísmo. Contra el dualismo, se afirma la condición de Dios como único creador: «Creador de todo lo visible y lo invisible», es decir, de lo material y lo espiritual. Aquí aparece también la dimensión cristológica de la creación: “Creo en Cristo…por quien todo fue hecho”. Contra los Arrianos se introduce la distinción entre creación y generación; el Hijo Jesucristo fue “engendrado, no creado”; mientras que el mundo fue creado, no engendrado. Solo Cristo es de origen divino, no así la creación.

En el segundo Concilio de Constantinopla se va a establecer una distinción entre la doble función creadora del padre y del Hijo. Se dirá que el Padre es creador “ex quo omnia” y el Hijo es creador “per quem omnia”.

En los Padres Apologistas.
El contacto del cristianismo con el mundo grecorromano, hizo que éste se vea contrastado y a veces influido por las ideas de la filosofía griega, de manera especial por el estoicismo y platonismo con sus diversas variantes. Estas corrientes comparten con el cristianismo la idea de un mundo creado de la nada, por obra de un ser fuera del mundo. Para los platónicos el demiurgo y para los estoicos el lógos spermatikós.

A los Padres que encarnaron el diálogo con el mundo grecorromano son conocidos como “Padres Apologistas”. Su deseo era inculturar la fe, hacerla más comprensible al mundo grecorromano. En ellos encontrados dos tendencias: una conciliadora que resaltaban los puntos de contacto (Justino, Atenágoras) y otra de corte polémica que resalta la incompatibilidad del dogma cristiano con las posturas grecorromanas (Teófilo Antioqueno y Taciano).

San Justino influido por las ideas platónicas defiende la existencia de una especie de demiurgo, un Lógos Mediador de la creación el cual fue engendrado para tales fines. Este hacedor crea a partir de una materia informe. Según Justino todas estas ideas Platón las había tomado de la Biblia: “de nuestros maestros, esto es, de la enseñanza de los profetas, tomó Platón lo que dijo sobre que Dios creó el mundo transformando una materia informe”(Apolog. 1,59). Con esto trataba de demostrar que no se persigue a los cristianos por su doctrina, sino por el nombre de Cristo.

Taciano, discípulo de Justino, se colocará en una dimensión distinta a su maestro, afirmando:
-          Dios Padre es el único principio sin principio que engendra al Hijo, el cual produce la materia necesaria para crear.
-          La materia no es una especie de dios increado y eterno, tiene comienzo y fin. Ha sido producida por Dios.

Teófilo Antioqueno va a poner en evidencia las contradicciones entre el platonismo y el cristianismo, afirmando:
-          La materia no es increada, ya que Dios creó todo de la nada.
-          De este modo no se puede hablar de un hacedor o mediador entre Dios y la creación. (sólo Dios es creador absoluto e incondicional)
-          Esta tesis de la creación de nada la conocemos por revelación, no por disquisición filosófica.

La tesis de la creación de la nada va a marcar una ruptura definitiva con el pensamiento grecorromano, pues afirma que: “Dios es eterno e infinito; el mundo es temporal y finito. De este modo el monismo ontológico es inaceptable, pues el mundo es distinto de Dios, al igual que es inaceptable el dualismo, ya que el, aunque el mundo es distinto de Dios, no es opuesto a Dios, pues es obra de Él. El mundo y Dios son entidades homogéneas, no cabe oposición entre ellas.

La lucha contra el gnosticismo.
Entre todos los movimientos existentes en el mundo grecorromano donde la primitiva Iglesia encarnaba el cristianismo, el movimiento gnóstico representó el peligro más importante, ya que llamó la atención de muchos creyentes pensantes, los cuales creyeron encontrar en él un puente para hacer más comprensible la fe cristiana a las personas de los primeros siglos.

¿Qué es el gnosticismo?
Es una doctrina dualista, la cual pretende dar una respuesta al problema del la existencia del mal en el mundo afirmando la existencia de dos principios: uno bueno de corte espiritual y otro malo de corte material. Por esa razón no podía existir salvación alguna en la materia ni en el cuerpo. El ser humano sólo podía acceder a la salvación a través de la pequeña chispa de divinidad que era el alma o espíritu. Sólo a través de la conciencia de la propia alma, de su carácter divino y de su acceso introspectivo a las verdades trascendentes sobre su propia naturaleza podía el alma liberarse y salvarse. Esta experimentación casi empírica de lo divino era la gnosis, una experiencia interna del alma.

Defienden la existencia de una jerarquía de seres espirituales, en cuya cima se encuentra Dios, un ser perfecto y trascendente cuya propia perfección hace que no tenga relación alguna con el resto de seres imperfectos. Es inmutable e inaccesible. De ahí establecen una escala descendente de seres emanados de Dios, hasta llegar finalmente al Demiurgo, antítesis y culmen de la degeneración progresiva de los seres espirituales, y origen del mal. En su maldad, el Demiurgo crea el mundo, la materia, encadenando la esencia espiritual de los hombres a la prisión de la carne. En este escenario se libra una batalla entre los principios del bien y el mal, la materia (apariencia) y el espíritu (sustancia).

Siguiendo la idea de la condenación de la materia, algunas corrientes afirmaban que era necesario el castigo y mortificación del cuerpo para, a través del padecimiento de la carne, contribuir a la liberación del espíritu, propugnando un modo de vida ascético. Sin embargo, otras corrientes afirmaban que, siendo la salvación dependiente únicamente de la gnosis del alma, el comportamiento del cuerpo era irrelevante, disculpándose de toda atadura moral se entregaban a toda clase de goces.

Otras enseñanzas reprobaban la multiplicación de la materia, siendo así que la procreación era un acto condenable. También existían corrientes que, al igual que el platonismo y las filosofías orientales, creían en el retorno cíclico de las almas a la prisión de la materia a través de la reencarnación. El iniciado, buscaba romper este ciclo a través de la gnosis (lo que conocemos como la iluminación en las religiones orientales).

Siendo la materia el anclaje y origen del mal, no es concebible que Jesucristo pudiera ser un ser divino y asociarse a un cuerpo material a la vez, puesto que la materia es contaminadora. Por esa razón surge la doctrina del Cuerpo aparente de Cristo, según la cual la Divinidad no pudo venir en carne sino que vino en espíritu mostrando a los hombres un cuerpo aparentemente material (docetismo).

Otras corrientes sostienen que Jesucristo fue un hombre vulgar que en la época de su ministerio fue levantado, adoptado por una fuerza divina (adopcionismo). Otras doctrinas afirman que la verdadera misión de Cristo era transmitir a los espíritus humanos el principio del autoconocimiento que permitía que las almas se salvaran por sí mismas al liberarse de la materia. Otras enseñanzas proponían incluso que Jesús no era un ser divino.
Los Padres de la Iglesia se percataron de los peligros de esta doctrina en el seno de las comunidades y la combatieron con ahínco. Entre ellos destacan San Ireneo de Lyón, Tertuliano; y con una postura más conciliadora: Orígenes.

San Ireneo de Lyón.
Nació en Asia Menor (± 135/140), hijo de padres paganos. Desde su juventud conoció en Esmirna al obispo Policarpo, que había sido discípulo de la escuela joánea en Efeso. En el año 177 se hallaba en Lyon, aunque se ignora el motivo, cuando el presbiterio lo envió a Roma, con cartas para el Papa, a fin de consultarle sobre asuntos de la Iglesia de las Galias que en ese momento se hallaba gravemente perseguida.

Cuando San Ireneo regresó de Roma, se encontró una comunidad muy destrozada. Por causa de la fe fueron asesinados en ella ante todo el obispo Fotino, ya muy anciano, junto con muchos miembros de su clero y multitud de seglares. Entonces San Ireneo fue elegido para suceder al obispo martirizado.
Acuciado por el problema de las sectas heréticas, sobre todo las de tinte gnóstico, escribió su obra Exposición y refutación de la falsa gnosis, normalmente conocida como Contra los herejes, durante el pontificado de San Eleuterio, alrededor de los años 180/190. Muy poco se conoce sobre su muerte. La Iglesia lo venera como mártir, pues según la tradición antigua, habría muerto entre la multitud que fue masacrada durante la persecución de Séptimo Severo (± 200/202).

En el Adversus Haereses refuta los postulados de los gnósticos oponiendo a su pensamiento metafísico “un optimismo histórico” basado en la unidad entre creación y redención. La creación es vista como un presupuesto necesario para la salvación y no como el resultado de una “caída” como enseñaban los gnósticos.

La finalidad de la creación es que las criaturas de la bondad divina, por lo cual ella es buena en sí misma. Dios crea, no porque necesite de las criaturas para ser, sino “para tener donde colocar sus beneficios” (R 231)
La materia no es eterna (pre-existente), fue creada por Dios de la nada, tiene un comienzo y un final, y si se mantiene en el tiempo es por la voluntad divina.
El mal, el dolor y el sufrimiento tienen su origen en una doble situación: por un lado la condición inacabada de la creación y por el otro porque el ser humano los introduce en la creación con su desobediencia. Éstos terminarán al final del proceso histórico, cuando Cristo recapitule el mundo sobre sí mismo.

No todos los Padres de la Iglesia siguieron el camino de Ireneo, algunos prefirieron evitar un choque frontal con el gnosticismo y buscaron vías de conjunción entre los principios gnósticos y el cristianismo. Entre ellos destaca Orígenes.

Orígenes.
Orígenes (185 a 254) es uno de los primeros y más destacados eruditos de la Iglesia Primitiva. Es uno de los Padres de la Iglesia. Nació en Alejandría, y fue discípulo de Clemente de Alejandría y de Ammonio Saccas. Orígenes enseñó el cristianismo a paganos y cristianos. Viajó a Palestina en el año 216, tras ser invitado a dar conferencias sobre las escrituras, pues se caracterizaba por su gran erudición, llegando a ser un gran exégeta.
Fue un afanoso combatiente de las teorías anti-cristianas de Celso. En el año 248 escribió ocho libros Contra Celsum. En el año 250 fue encarcelado durante las persecuciones emprendidas por el emperador Decio. Fue sometido a torturas durante un año y murió cuatro años después como consecuencia del maltrato sufrido.

Defiende que este mundo ha tenido un comienzo y tendrá un fin, lo que sucede es que este mundo no es el único que existe ni existirá. Concibe la existencia de una pluralidad sucesiva de mundos, desplegados de forma cíclica. “Dios no empezó a obrar cuando hizo este mundo visible… existieron otros mundos antes y otros vendrán después” (De Principii 3,5,3)
Sostiene que estos mundos son creados para castigos y expiación de los pecados cometidos, aunque no consta que haya afirmado que sea malo en sí. Pero sí una condena del cuerpo como tal.
Estas teorías no fueron bien acogidas por los cristianos, tan sólo un pequeño grupo de teólogos le siguieron.

El Maniqueísmo.
Es el último reducto del gnosticismo en la época patrística. Es una secta religiosa fundada por el sabio Persa Mani (o Manes) (c. 215-275), considerado por sus seguidores como divinamente inspirado.
Comenzando en el siglo III se extendió a través del oriente y en muchas partes del Imperio Romano.

Los maniqueos -a semejanza de los gnósticos y los mandeos- eran dualistas, creerían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el bien y el mal, que eran asociados a la luz (Ormuz) y a las tinieblas (Ahrimán). Según ellos, Dios es el creador de todo lo bueno y Satanás el creador de todo lo malo. Posteriormente algunos maniqueos distinguían el Dios del Antiguo Testamento (malo) del Dios del Nuevo Testamento (bueno).
Los Maniqueos creen que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la luz atrapada. Desprecian por eso la materia, incluso al cuerpo. Los "oyentes" aspiraban a reencarnarse como "elegidos", los cuales ya no necesitarían reencarnarse más.
Para ellos Jesús era el Hijo de Dios, pero que había venido a la tierra a salvar su propia alma. Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habían sido enviadas a la humanidad para ayudarla en su liberación espiritual.

En la práctica, el maniqueísmo niega la responsabilidad humana por los males cometidos porque cree que no son producto de la libre voluntad, sino del dominio de Satanás sobre nuestra vida.
Fue condenado por la Iglesia que reconoce un solo Dios Todopoderoso, el mismo del Antiguo y Nuevo Testamento y que en su resurrección ha vencido sobre todos los demonios y las fuerzas del mal. También fue condenado por el emperador Diocleciano en el año 297. Entre los que combatieron el maniqueísmo destaca San Agustín.

San Agustín de Hipona.
Nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste, pequeña ciudad de Numidia en el África romana. Su padre, llamado, Patricio, era aún pagano cuando nació su hijo. Su madre, Santa Mónica es puesta por la Iglesia como ejemplo de mujer cristiana y madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia. San Agustín estaba dotado de una gran imaginación y de una extraordinaria inteligencia. Se destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la literatura, especialmente la griega clásica y a la elocuencia. Sus primeros triunfos tuvieron como escenario Madaura y Cartago.
A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en la mente de Agustín el espíritu de especulación y así se dedica de lleno al estudio de la filosofía.

En su búsqueda incansable de una respuesta al problema de la verdad, Agustín pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abraza el maniqueísmo creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y solamente la abandonó después de hablar con el obispo Fausto. Ante tal decepción, se convenció de la imposibilidad de llegar a alcanzar la plena verdad, y por ello se hizo escéptico.
Sumido en una gran frustración personal, decide en 383 partir para Roma, la capital del Imperio. Su madre le acompaña en este viaje. En Roma enferma de gravedad y gracias a su amigo y protector Símaco, prefecto de Roma fue nombrado "magister rhetoricae" en Mediolanum (actual Milán).

Fue en Milán donde se produjo la última etapa antes de su conversión: empezó a asistir como catecúmeno a las celebraciones litúrgicas del obispo Ambrosio, quedando admirado de sus predicaciones y su corazón. Entonces decidió romper definitivamente con el maniqueísmo.

Los platónicos le ayudaron a resolver el problema del materialismo y el del mal. San Ambrosio le ofreció la clave para interpretar el Antiguo Testamento y encontrar en la escritura la fuente de la fe. Por último san Pablo le ayudó a solucionar el problema de la mediación y de la gracia.

En 386 se consagra al estudio formal y metódico de las ideas del cristianismo. Renuncia a su cátedra y se retira con su madre y unos compañeros a Casiciaco, cerca de Milán para dedicarse por completo al estudio y a la meditación. El 23 de abril de 387, a los treinta y tres años de edad, es bautizado en Milán por el santo obispo Ambrosio. Ya bautizado, regresa a África, pero antes de embarcarse, su madre Mónica muere en Ostia, el puerto cerca de Roma.

Cuando llegó a Tagaste vendió todos sus bienes y el producto de la venta lo repartió entre los pobres. Se retiró con unos compañeros a vivir en una pequeña propiedad para hacer allí vida monacal. Años después esta experiencia será la inspiración para su famosa regla. A pesar de su búsqueda de la soledad y el aislamiento la fama de Agustín se extiende por toda la comarca.

El 391 viajó a Hipona para buscar un lugar donde abrir un monasterio y vivir con sus hermanos, pero durante una celebración litúrgica fue elegido por la comunidad para que fuese ordenado sacerdote, a causa de las necesidades del obispo de Hipona, Valerio. Aceptó esta brusca elección con lágrimas en los ojos, pues al principio se negaba con gritos y lágrimas a aceptarla. Algo parecido sucedió al ser consagrado obispo en el 395. Fue entonces cuando dejó el monasterio de laicos y se instaló en la casa del obispo, que transformó en un monasterio de clérigos.

La actividad episcopal de Agustín es enorme y variada. Predica a todo tiempo y en muchos lugares, escribe incansablemente, polemiza con aquellos que van en contra de la ortodoxia de la doctrina cristiana de aquel entonces, preside concilios, resuelve los problemas más diversos que le presentan sus fieles. Se enfrentó a maniqueos, donatistas, arrianos, pelagianos, priscilianistas, académicos, etc.

Agustín murió en Hipona el 28 de agosto de 430.
San Agustín, quien en un tiempo, empujado por el problema del mal militó en la secta de los maniqueos, una vez convertido al cristianismo lo enfrenta.
Defiende la creación como la obra de un único Dios, que crea de la nada. Primero crea la materia informe y luego el resto de los seres, a partir de la materia informe. De este modo niega la afirmación maniquea de la existencia de dos naturaleza: una buena creadora del bien y otra mala creadora del mal.
Para negar la eternidad y por tanto divinidad de la materia, pone de manifiesto la temporalidad de la creación: “el mundo ha sido hecho o en el tiempo, sino con el tiempo”. Es el primer pensador en elaborar una reflexión filosófica sobre el tiempo. Éste no goza de una esencia autónoma, es simplemente la dimensión de lo creado; y no su medida de degradación.

Como creado el tiempo es limitado y finito, contrario a la idea de Orígenes que supone la existencia de tiempos ilimitados e inacabables. (Cf. De Civ. Dei. 11,5)
Agustín fue el primer teólogo en advertir el relato figurado de los relatos del Génesis, el cual no se puede tomar al pie de la letra.

El problema de la existencia del mal es uno de los puntos principales de la reflexión agustiniana. Lo explica de la siguiente forma:
* Dios es la suma Esencia que crea y por tanto la creación es la comunicación de esa esencia de Dios, pero de forma limitada y tal limitación implica una imperfección.
* La raíz del mal se encuentra justamente en la condición imperfecta de los seres creados. El mal no posee consistencia en sí mismo, no es una sustancia, es la negación del bien; es sobre todo privación del ser.
* Agustín escapa del dualismo maniqueo y del panteísmo neoplatónico afirmando la creación de la nada. Los seres no emanan de Dios, pues serían Dios; son criaturas de Dios hechas a partir de la materia informe, la cual fue también creada por Dios a partir de la nada.
Podemos concluir diciendo que Agustín logró un cierto equilibrio entre el dualismo y el monismo panteísta dejando de lado la perspectiva bíblica y asumiendo una perspectiva filosófica que se mantendrá a lo largo del tiempo, provocando una ruptura en la dinámica creación-salvación.

ALGUNOS PENSADORES Y CORRIENTES DE LA EDAD MEDIA.
Este período estuvo marcado por las ideas de San Agustín, de corte platónicas, junto a la presencia del aristotelismo de de Santo Tomás. Veamos.

Juan Escoto Eurígena.
Con él encontramos el primer esfuerzo de explicar la fe bíblica en la creación a partir de presupuestos de las ciencias físicas.
Aunque utiliza el término creación, su pensamiento no puede considerarse creacionista, sino emanentista. En su libro “De Divisione Naturae”, utiliza los términos de emanación y creación como sinónimos. De este modo considera que todo es emanado de Dios y por tanto creado y eterno. El Verbo de Dios (Jesucristo) es el demiurgo platónico y el Espíritu Santo es presentado como el “alma del cosmo”, siguiendo el pensamiento estoico.
El creador y lo creado se diferencian tan solo por la oposición entre lo Uno (creador) y lo múltiple (lo creado).
La creación es necesaria y por ende no un acto libre y amoroso de Dios, pues esta fluye inevitablemente de la plenitud de la esencia divina en la generación eterna del Hijo por el Padre.

Abelardo.
Profundiza la tendencia a racionalizar de la teología. Afirma que Dios hace siempre lo mejor y que por tanto no pudo hacer otra cosa que lo que ha hecho. De ahí que la creación es “óptima”, y si en ella existe el mal es porque Dios “ni puede ni debe impedirlo”.
Con estas tesis, en el fondo, Abelardo niega la libertad de Dios al crear, pues está condenado a crear siempre lo mejor y eso fue lo que hizo. De igual modo le hace responsable del mal, el dolor y el sufrimiento.
El sínodo provincial de Soissons le condenó y mas tarde el papa Inocencio II ratificó la condena.

El movimiento de los Cátaros (Albigenses)[8]
Movimiento dualista que florece en el siglo XI en los Balcanes y se extiende por el sur de Francia e Italia. Afirman la vieja tesis de la existencia de dos principios: uno bueno de corte espiritual y otro malo de corte material opuesto y en lucha contra el principio bueno. Como notamos es el resurgimiento del antiguo sistema dualista que ha persistido en la historia. El Cuarto Concilio de Letrán condena las tesis de los Cátaros y proclama por primera vez, de forma oficial, la doctrina de la Iglesia.

El Cuarto Concilio de Letran.
En sus cánones afirma:
-          La unidad del principio creador (La Trinidad), a pesar de la existencia de las tres personas divinas, ya que quien crea es Dios. Un único Dios creador de todo.
-          Afirma que Dios crea de la Nada como forma de combatir la idea de una materia pre-existente, la cual sirvió de base para crear el mundo materia. De igual forma de defiende la absoluta libertad de Dios, su no condicionamiento por nada ni nadie.
-          La creación es de índole temporal fue hecha con el tiempo “al inicio del tiempo”. Por lo tanto no es eterna. Con ello se combate la idea de la eternidad de la materia.
-          Ese Dios es creador de todos los seres: espirituales y materiales, angélicos y mundanos. No existen dos principios creadores, solo Dios es creador.
-          El origen del mal no está en Dios, sino en la acción pecaminosa del ser humano. De ahí que origen del mal de es de orden ontológico, sino moral.
Esta definición eclesiástica permanecerá inalterable hasta el Concilio Vaticano I.

Tomás de Aquino
El esfuerzo de Santo Tomás va dirigido a sintetizar el agustinismo platónico tradicional con la novedad del aristotelismo. De Agustín conservará las tesis del ejemplarismo y de la participación del ser. De Aristóteles utilizará el binomio acto-potencia, así como el esquema de los diversos tipos de causalidad. Con ello trata de  superar la antitesis monismo-dualismo; el mismo problema que al que se había enfrentado ya la Patrística, pero ahora desarrollado usando la metafísica.
Santo Tomás enseña que:
-          Dios es causa ejemplar, eficiente y final de la creación (I, q. 44).
-          La creación de la nada puede probarse por la razón (2 Sent., d.1, q.1, a.2). Para ello basta acudir al nexo aristotélico entre lo contingente y lo necesario (I, q.44, a. 1; Contra Gentes 2,16).
-          El concepto de Dios como acto puro, subrayando la trascendencia divina, cerrando las puertas definitivamente al panteísmo.
-          La creación en el tiempo la cual admite como verdad de fe, pero cree imposible poder demostrarla por la razón, como sucedía en el caso de la creación de la nada (I, q.46, a.2). Esta opción es significativa; muestra que nuestro teólogo comprende la creación más como una cuestión de relación entre el creador y lo creado que como una cuestión de comienzo de la criatura (I, q.45 a.3). Muestra también hasta qué punto era consciente de la originalidad absoluta de la causalidad creadora, la cual no se puede reducir al esquema ordinario de causa y efecto. A este respecto resulta ilustrativo el rechazo de la opinión de algunos, según los cuales no importa a la verdad de la fe lo que se piense sobre las criaturas, con tal que se piense correctamente sobre el creador. Opinión falsa, estima Santo Tomás, pues e1 error acerca de las criaturas redunda en una falsa opinión acerca de Dios (Contra Gentes, 2,3).
-           Dios actúa en plena libertad al crear y en la contingencia de lo creado; lo único que Dios quiere necesariamente es su propia bondad, todo lo demás lo quiere no absolutamente, sino en cuanto se ordena a su bondad (I, q. 19, a.3).  Tomás señala  que esta libertad divina se confunde con la suprema liberalidad del que lo hace todo por puro amor. Afirma que hay una forma de dar algo sin pretender nada a cambio, y tal forma de dar es propia y exclusiva de Dios (1 Sent. d.18, q.1, a.3).
-          La doctrina de la analogía del ser, como corolario de la doctrina de la creación: “tanto el creador como la criatura son, mas no de la misma manera o en base a la misma sustancia”. Gracias a la analogía, es posible conocer a Dios a partir del conocimiento de lo creado, como es posible asimismo superar a la vez el panteísmo, pues hay un Ser que da la existencia y hay seres que la reciben. Y el dualismo ya que entre Dios y el mundo hay afinidad, no hostilidad: I, q.13, a.3-5; 1 Sent. Pról. q.1, a.2; Contra Gentes 1,33 s.).

Renacimiento y Reforma
El Renacimiento alumbra una nueva visión del mundo. Los descubrimientos geográficos y astronómicos revolucionan el concepto del espacio y del cosmos; éste, a partir de Copérnico y Galileo, deja de ser geocéntrico. La realidad comienza a ser pensada antropocéntricamente; entra en crisis el teocentrismo y, consiguientemente, la doctrina de la creación. Lo que ha dado en llamarse “revolución copernicana”, consiste esencialmente en el abandono de la metafísica como única fuente de saber científico y en la aparición de ciencia las ciencias naturales, nacida de la observación empírica. Esto provoca el cuestionamiento de la veracidad de la doctrina de la creación.

Una época absorbida por el interés hacia la naturaleza es propicia a! panteísmo. Y, en efecto, éste reaparece con Giordano Bruno, que sostiene la infinitud del universo y del espacio, los cuales son manifestaciones de la potencia infinita de Dios; ellos son explicación, emanación, efusión; de la esencia divina, pero no creación, término que el sabio dominico evita sistemáticamente. Afirma que una tal emanación es eterna, pues Dios no puede permanecer inactivo, y necesaria, ya que a una potencia activa infinita ha de corresponder correlativamente otra potencia pasiva (también infinita). Todos los seres están informados por el alma universal, que es esa potencia activa divina; las almas particulares son modos o aspectos de ella.

El protestantismo,
Lutero defendió implacablemente el geocentrismo y, junto con su vuelta a la Biblia, lucha por recuperar el sentido histórico-salvifico del dogma de la creación. Lutero funda la creación sobre la cristología, como han hecho Pablo y Juan, y explica el primer articulo de la fe (Dios creador) a partir  del segundo (Cristo redentor). La fórmula creación de la nada, pese a su sabor filosofante, es mantenida por él, pues le sirve para justificar su desprecio por las criaturas: la criatura procede de la nada, luego nada es todo lo que la criatura puede (WA 43,178,39). Y porque la criatura nada puede nada es, crear es hacer siempre de nuevo (WA 1,563,6-13).

El Vaticano I
E Concilio Vaticano I  va a definir dogmáticamente la libertad del acto creador y el fin de la creación. Los textos conciliares que nos interesan son los contenidos en el capitulo primero de la sesión tercera (DS 300 1-3003 = D 1782- 1784) y sus cánones correspondientes (DS 3021-3025 = D 1801-1805). Consta que también el capitulo —y no solo los cánones— contiene doctrina de fe; la solemnidad de la fórmula introductoria (DS 3001) no deja lugar a dudas.

El Vaticano II
Los descubrimientos de los géneros literarios, con la consiguiente renovación de la hermenéutica de los textos bíblicos creacionistas, ya no son historia, sino actualidad. Como lo es la integración en la teología de la visión evolutiva del mundo, tarea en la que no se puede silenciar el mérito inmenso de Teilhard. Desembarazada de tales preocupaciones, la actual teología de la creación orienta sus esfuerzos a desarrollar y profundizar el concepto bíblico de la misma y a comprenderla en el marco histórico-salvifico que le es propio.

En esta línea se sitúa la aportación del Concilio Vaticano II a la doctrina del magisterio eclesiástico sobre la creación. Este es desarrollado sobre todo en la Gaudium et Spes. La reflexión conciliar está presidida por una imagen dinámica del mundo, que se contempla como proceso abierto en el que interviene no solo el actor divino, con la puesta en marcha del proceso, sino además el actor humano, que prolonga y actualiza la obra de Dios. El concilio reconoce así que el mundo es, en cuanto creación, el efecto combinado de dos causalidades: la de Dios creador y la de hombre creativo. Los hombres, a la vez que confiesan a Dios como creador de todas as cosas, desarrollan con su trabajo la obra del creador (GS 34).

Así pues, el concilio, lejos de rechazar la creatividad humana o de ver en ella un atentado a la prerrogativa creadora de Dios, la estima como algo querido por Dios mismo, más aún, como “signo de la grandeza de Dios y consecuencia de su inefable designio (GS 34). El uso secular de categorías clásicamente teológicas como creación, creatividad, creador, queda así legitimado, al menos mientras se haga de ellas un uso no excluyente, sino complementario y debidamente jerarquizado.

Otra nota dominante en la teología conciliar de la creación es la que se refiere al reconocimiento de la autonomía de la realidad creada. Las criaturas gozan de sus propias leyes y valores la admisión de este hecho responde a la voluntad del creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias (GS 36).

El rasgo más notable que nos ofrece el concilio es la recuperación de la dimensión cristológica e histórico-salvífica de nuestra doctrina. “El Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas..., entró... en la historia del mundo asumiéndola y recapitulándola en si mismo”(GS 38). Esta función cósmica de Cristo no se circunscribe al momento inicial de la creación; se ejerce permanentemente en la dinamización del proceso histórico y en su orientación hacia la plenitud escatológica: Cristo... obra ya por la virtud de su Espíritu... alentando, purificando y robusteciendo... aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin (GS 38). La nueva creación es, pues, el destino de la primera creación; la naturaleza está llamada a desembocar en la gracia (GS 39).

En resumen, el Vaticano II ha reactivado los grandes temas bíblicos de la unidad de creación y salvación, de la centralidad de Cristo en todo lo creado, de la correspondencia entre protología y escatología, de la significatividad de la fe creacionista para una praxis y una ética específicamente cristianas, del carácter más antropológico que cosmológico de la fe en la creación.

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