En este módulo vamos
a reflexionar acerca de la teología cristiana de la creación, su sentido y
alcance. Nos adentraremos en La Sagrada Escritura en busca de las raíces de esta
doctrina, cómo fue vivida y formulada tanto en el Antiguo Testamento, como el
Nuevo Testamento. Igualmente nos fijaremos en la evolución que ha seguido la
comprensión de esta doctrina a lo largo de la historia de la Iglesia , para concluir con
la presentación de algunas reflexiones actuales sobre nuestro tema.
I.
LA
CREACIÓN EN LA
SAGRADA ESCRITURA.
Estudiando la Sagrada
Escritura encontramos un interesante proceso: un paso de la fe en la creación a
la doctrina de la creación. Ciertamente, lo primero que existió fue la fe en un
Dios creador y salvador, que en momentos críticos de la historia del pueblo le
llevó a elaborar una doctrina sobre la creación, con el fin, precisamente, de
fortalecer la fe en ese poder salvador de Dios. Veamos.
1.
La
Creación en el Antiguo Testamento.
Generalmente cuando
hablamos de la creación en el Antiguo Testamento fijamos la mirada en el texto
de Génesis 1,1-2,4ª; el cual es la única cosmogonía que existe en la Biblia.
Este texto nos plantea una serie de interrogantes: ¿Cómo debe ser leído? ¿Se
trata de un texto que narra el como de la creación de los seres?
Durante mucho tiempo este
texto fue comprendido como una narración fiel y exacta de los hechos acaecidos
en el nacimiento de los seres, es decir como una descripción del origen del
mundo. Pero las transformaciones en el pensamiento humano, primero con la
revolución copernicana, pasando por las teorías de la evolución, hasta llegar a
las ciencias cosmológicas, han hecho inaceptable esta interpretación.
Este texto ha de
interpretarse en clave religiosa, no en el marco de las ciencias naturales. El
texto no habla del cómo de la creación, sino más bien del sentido de la
creación y su objetivo es fortalecer la fe en el Dios Salvador.
Pero para que estas
reflexione sean creíbles y no se llegue a pensar que, como las ciencias han
demostrado que la realidad no es así, entonces la Iglesia anda buscando otra
vía de explicación, es necesario descubrir en la propia Biblia la intención del
autor sagrado al escribir Génesis 1,1-2,4ª. Para ello será necesario descubrir
cual es la perspectiva desde la cual el autor sagrado contempla el hecho de la
creación. La exégesis bíblica nos ayudará.
Las ciencias bíblicas
nos enseñan que el relato de Génesis 1,1-2,4ª es tardío, pertenece a la época
del exilio en Babilonia, y que antes de su elaboración ya existía la fe en el
Dios Creador, lo que nos indica que, para poder comprender este texto en
profundidad lo primero es colocarlo en su contexto. De ahí que antes de
abordarlo examinaremos los antecedentes de la fe bíblica en el Dios creador y
sus primeras formulaciones hechas por los profetas del exilio.
1.1.
La Fe en el
Dios Creador.
Para comprender el
origen de la fe en un Dios creador de todo, es necesario fijarse en la
comprensión que el antiguo Israel tenía de Dios. A ellos se les dio a conocer
como:
A.
Un Dios que se manifiesta en la historia, que
camina con ellos, les acompaña en todos los momentos de su vida y sobre todo
que les salva. Así lo refleja el primitivo credo histórico de Deuteronomio 26,
5-10.
Cabe la
pregunta: ¿Cómo llegó Israel a descubrir que el Dios de la historia es un Dios
con poder sobre la naturaleza y es el Señor del universo? Examinemos tres
textos que corresponden a tradiciones muy antiguas.
a.
Josué
10,5-15. Es un doble relato, uno en prosa y el otro en verso, de
un hecho acontecido durante la conquista de Palestina[1].
Lo esencial del relato es mostrar que Dios puede influir en el curso de la
naturaleza para salvar a su pueblo y hacer cumplir sus designios. La naturaleza
es puesta por Dios al servicio de un designio histórico. Ella está sometida por
Alguien y así colabora con la realización de la historia de Israel.
b.
Jueces
4-5.
Son dos versiones del mismo acontecimiento. El capítulo cuatro en prosa y el
capítulo cinco en verso. La idea central del texto es: Yahvé salva y nada ni
nadie se le puede resistir. Hasta los fenómenos de la naturaleza están al
servicio del plan de Dios.
c.
Éxodo
15, 1-18. Es el
llamado cántico de Moisés. En el proceso de liberación del pueblo de la
esclavitud en Egipto, el mar se despliega obedeciendo la voz de Dios para que
pase su pueblo y vuelve a su cause para castigar a sus enemigos. El mar es un
instrumento de Dios para salvar a su pueblo. Si el mar le obedece, entonces
Yahvé es Rey(v. 18)
Sin
dudas que estos textos hablan de una fe en un Dios con poder sobre la naturaleza,
pero cabe la pregunta: ¿es éste un poder ocasional, que sirve en momentos
críticos de la historia o es un poder absoluto?
Israel
responderá con la fe en un Dios que posee un poder absoluto y universal sobre
la naturaleza, ahora bien, esta idea fue desarrollada a la luz de la fe en el
Dios de la Alianza. Éste es un Dios fiel que cumplirá su promesa y la seguridad
de que lo hará es que tiene poder.
B.
Un Dios
que ha hecho una Alianza y tiene poder para cumplirla.
La idea
que tenía Israel de Yahvé como el “Dios del cielo”, les ayudó a no
identificarlo con ningún fenómeno natural, astro celeste o algo parecido. Yahvé
no el dios del rayo o el trueno, ni el dios sol o luna. El es el Dios del cielo
que está por encima de todo (Salmo 17, 18 y 28) y todo lo gobierna, su poder es
ilimitado.
Es tan así, que
cuando se le pregunta por su nombre responde: “Yo soy el que soy”(Ex. 3,14)
remitiéndose a la historia de la salvación y no a la naturaleza.
Esta comprensión de
Yahvé como un Dios que no está localizado en ninguna instancia de la
naturaleza, ayuda al pueblo a descubrir que su poder es ilimitado y universal.
Que Aquel que habita en el cielo supera absolutamente la tierra: “reconoce,
pues, hoy y medita en tu corazón que Yahvé es el único Dios allá arriba en el
cielo, y acá abajo en la tierra”(Dt. 4,39)
Esta idea de Dios,
como un Dios con poder ilimitado y universal, les llevó a la siguiente reflexión:
si Yahvé reina sobre todo, ¿no será porque lo ha hecho todo?
La idea de la
existencia de un Dios creador de todo es muy antigua en el pueblo de Israel.
Sin embargo cuando analizamos los textos que nos hablan de la fe en la
creación, éstos reflejan algo más: están escritos para fundamentar, para
certificar que la promesa a Abraham se cumplirá.
Esto revela que en el
fondo de todo se encuentra la idea de Dios como “el Dios de la Alianza” y que
la fe en un Dios creador está en función del cumplimiento de la promesa
salvadora: como es el creador de todo, todo lo puede, de modo que Él cumplirá
su promesa
1.2
Primeras elaboraciones doctrinales.
Las primeras
elaboraciones doctrinales las encontramos en los profetas del exilio. Jeremías
será el primer profeta que nos hablará de forma explícita de la creación
(32,17; 33,25-26) Sin embargo, será el Deuteroisaías, quien en el libro de la
Consolación, desarrollará de forma sistemática una doctrina creacionista, que
servirá de hilo conductor a su mensaje profético.
La derrota de Israel
por parte de los ejércitos de Babilonia y consiguiente exilio, provocó una
grave crisis de fe en el pueblo.
Podemos sintetizar la crisis en estas preguntas: ¿A caso es el dios de
Babilonia más fuerte que Yahvé? ¿Tiene o no tiene poder Yahvé para salvarnos?
¿Será su poder ilimitado?
Los profetas del
exilio responderán con fuerza: El poder de Yahvé no conoce límites. Lo mismo
que libró al pueblo de la esclavitud en Egipto, de igual modo nos librará de
Babilonia; de la misma forma que creó un pueblo de la nada, lo creará de nuevo;
porque Él es todopoderoso, es el creador del cielo y de la tierra, es decir de
todo.
Como podemos notar,
la formulación de una doctrina sobre la creación es tardía, se produce en un
momento histórico específico y responde a motivos meramente religiosos.
Es importante hacer
notar que el tema de la creación está en un segundo plano, que busca apoyar la
fe en el Dios de las Alianza, el cual cumplirá su promesa. Pretende que el
pueblo de Israel llegue a la convicción de que el Dios amoroso y fiel que se ha
revelado en la historia, no dejará a su pueblo en la esclavitud, sino que lo
salvará y reconstruirá de nuevo.
Entre los postulados
de la teología creacionista los profetas del exilio se encuentran:
a.
Si Dios puede decidir el fin de todo, es
porque todo tiene su principio en Él (Is. 40, 22-28)
b.
Yahvé es el único y verdadero Dios. Los
ídolos son hechuras de manos humanas, mientras que los seres humanos son
hechuras de Dios (Is. 46, 1-10) Con esto buscan ayudar a que el pueblo venza la
tentación de la idolatría.
c.
Si Dios tiene un poder ilimitado, Israel
puede y debe confiar, tener fe en que Él cumplirá su promesa (Is. 51, 9-11)
d.
Usan el verbo “bara”para referirse a la
exclusiva acción creadora de Dios. Es un término técnico que tiene un sentido
estrictamente teológico; su sujeto lo será siempre y solamente Dios. Hay que
hacer notar que nunca se menciona una materia prima, un instrumento o un
colaborador de Dios en su acción creadora. Su uso pone el énfasis en la
realización de un hecho inédito, totalmente nuevo.
El verbo
“bara” se usa para referirse a la creación del mundo (Is. 40,28; 41,20), como a
las realizaciones históricas-salvíficas de Yahvé (Is. 43, 1.15; 42,2) Con ello
se pone de relieve que tan creador es Yahvé de Israel, como del universo; y
como es el único creador, sino que es su único salvador.
e.
Destacan el poder creador de la Palabra de
Dios: así como Dios llamó a Israel para que sea su pueblo (Is. 45, 3-4), así
llama a los seres para que sean (Is. 48,13) La creación es ya diálogo salvífico
de Dios. El mundo y la historia no son una secuencia anónima de causas y
efectos, ni fruto del azar; son el fruto de la voluntad de un ser personal que
quiere y llama a las criaturas a la existencia.
Resumiendo, podemos
decir, que en un primer momento el pueblo de Israel no necesitó de una
formulación explícita de la fe en un Dios creador, la cual vivía como algo
natural. La gran crisis creada por el acontecimiento del exilio en Babilonia
exigió una reflexión y una formulación del poder creador de Dios, como forma de
fortalecer la fe en el Dios que ha hecho una Alianza con ellos.
En ese marco es que
se ubica el texto de Génesis 1,1-2,4ª, el cual estudiaremos a continuación.
1.2.
El relato del Génesis 1,1-2,4ª.
No vamos a detenernos
a hacer una exégesis del relato, para ellos remitimos a otros estudio. Nosotros
sólo presentaremos algunas conclusiones teológicas que podemos extraer de la
lectura del relato en el marco que nos ocupa.
- La universalidad de Dios.
Yahvé no es un Dios
particularista, sino universal; su bondad no se limita sólo al pueblo judío,
sino que abarca a todos los pueblos y al cosmos en general. Él crea todo y lo
hace muy bueno.
- El relato defiende un monoteísmo
absoluto Yahvé es el único Dios.
Presenta a Yahvé como
el único Dios, dotado de poderes ilimitados y como el principio exclusivo de
donde proceden todos los seres. Esta procedencia de los seres, no se da por
emanación o por una lucha contra los elementos primordiales, como se da en las
cosmogonías de las culturas circundantes, sino por la sola Palabra y la libre
voluntad de Dios: Él quiere y llama a los seres a la existencia. De este modo
el cosmos es fruto de una voluntad gratuita y amorosa del único Dios.
- La fe en la creación posee una fuerza
liberadora.
Las primeras
formulaciones de la doctrina de la creación se realizan en medio de un pueblo
de esclavos, con el fin de despertar la esperanza en la liberación. Si Yahvé es
creador, tiene poder y puede salvarnos.
Esta fuerza
liberadora se nota también en el desmonte que hace de la percepción de que el
mundo es sagrado. Las otras culturas habían revestido el mundo de un
“encantamiento”, que lo había convertido en intocable. La doctrina de la
creación nos dice que el mundo es hechura de Dios, por tanto no es Dios y está
sometido, al servicio de los seres humanos.
d.
La descripción de la acción creadora de Dios
posee una redacción claramente estilizada, centrada en lo esencial. No pretende
explicarnos como se hicieron las cosas, no es un tratado de biología,
cosmología ni nada parecido, su pretensión es solo afirmar que todo tiene su
origen en Dios y es muy bueno.
- El tiempo juega un papel muy importante
en el relato.
A parte de su significado teológico de
plenitud (siete días), el esquema de la semana creadora le sirve al autor para
poner de manifiesto la valoración positiva del tiempo. Este no es, como decía
Platón o como dicen en otras religiones una medida de la degradación de las
cosas, sino el eje que conduce el desarrollo de la actividad humana. Es decir
que con el paso del tiempo los seres no se van degenerando y alejándose de
Dios, sino todo lo contrario, con el tiempo nos perfeccionamos más y nos
acercamos más a Dios. Para los creyentes e la creación la historia es
progresiva, no es posible admitir una visión cíclica como las doctrinas de la
reencarnación.
La obra creadora y
salvadora de Dios se da en la historia en lo que sucede a cada día. No se puede
hablar de la existencia de dos historias, una sagrada y otra profana que
existen y se mueven como dos líneas paralelas que ya no pueden juntarse. Lo
profano y lo sagrado, la gracia y la naturaleza se desarrollan en un mismo
cause.
1.3.
El relato de Génesis 2,4b-25.
Es un relato de la
tradición Yavista, anterior a Génesis 1. No es un relato de creación, la
cuestión que trata el autor no es sobre el origen del mundo, sino el problema
del mal en el mundo. Sin embargo hay que reconocer que en él se encuentran
algunas referencias a la creación y muestra la existencia de la fe en la
creación, no una doctrina desarrollada y específica. Dos elementos a destacar
es el antropomorfismo con que habla de Dios y que ambos describen la creación
de forma diferente, lo que nos confirma que estos relatos no tienen un carácter
científico, sino religioso.
1.4.
La creación en los salmos.
La fe en un Dios
creador es muy frecuente en los salmistas, entre los cuales despierta diversos
sentimientos: acción de gracias (salmo 136), de alabanza y adoración (salmo
148), confianza (salmo 33), sorpresa admirativa (salmos 8 y 104).
-
El salmo 136 es un salmo letánico que canta
las maravillas de la obra salvadora de Dios, destacando que la razón por la
cual es desplegada es el su “eterno amor”. Aquí la creación aparece como la
obra salvadora de Dios y por lo tanto el primer motivo para la acción de
gracia.
-
El salmo 148 invita a toda la creación:
cielo, tierra, animales, seres humanos de toda condición a alabar a Dios pues
todos les deben su existencia. Destaca el poder creador de la Palabra : “Pues él lo
ordenó y fueron creados”.
-
El salmo 33 invita a abandonarse en Dios,
confiando a Él toda nuestra existencia, ya que todo lo que existe le está
sometido, pues todo ha sido creado por su Palabra y esta está fundada en la
verdad. Destaca en dos ocasiones el poder creador de la Palabra : “Por la Palabra de Yavhé fueron
hechos los cielos, por el aliento de su boca todos sus ejércitos”(6) y “Pues Él
habló y así fue, Él lo mandó y se hizo” (9).
-
El salmo 8 expresa el asombro que despierta
la grandeza del ser humano en toda la creación, pero sobre todo ante Dios: “que
es el hombre para que te acuerdes de él”. Si la obra de la creación crea
admiración, más admiración crea la grandeza del ser humano.
-
En el salmo 104, la admiración viene no tanto
por la obra creadora en sí, sino por el orden y perfección dado por Dios a esta
creación, de modo que todos puedan subsistir sin causarse daños, dependiendo de
la providencia divina.
1.5.
En la literatura sapiencial.
Con los sabios se opera un giro importante en
la reflexión en torno a la creación. Ya no se va destacar el poder creador de
Dios para defender su poder salvador, sino para contemplar los atributos de
Dios, los cuales se reflejan en la estructura ontológica de la creación y en
las cualidades de los diversos seres, y de ahí extraer que consecuencias se
derivan para el correcto actuar del ser humano. Al respecto comenta Juan Luís
Ruiz de la Peña :
“La creación, es pues, desglosada de lo que era su contexto próximo (la
historia de la salvación) para ser analizada en sí misma; de esta suerte, el
dato creación comienza a funcionar como
ingrediente de una especie de teodicea elemental y como fundamento del orden
moral. De lo que ahora se trata es no tanto de comprender la historia de Israel
cuanto de esclarecer el misterio del mundo y de la condición humana”.
Este cambio de perspectiva viene urgido por el
cambio cultural producido por la penetración de la cultura griega. La
referencia de los sabios ya no son los antiguos mitos cósmicos, no la tentación
de la idolatría, ni los problemas de la historia y de los pueblos, sino la
comprensión de lo que existe, como dar buen uso a las cosas, cual es el sentido
de la existencia, etc. Más que una preocupación por la ortodoxia su
preocupación será la ortopraxis.
De ellos destacamos los siguientes puntos:
- La creación es obra de la
sabiduría de Dios, por tanto nada sucede por azar o por obra de un destino
caprichoso e incierto, sino que todo está sometido a un perfecto orden que
emana de la sabiduría de Dios. (Pr. 8,22-31)
- Esta sabiduría de Dios
urge al ser humano a actuar con sabiduría para que pueda alcanzar la vida y la
felicidad. (Pr. 8,32-36)
- Como la creación es obra
y está sostenida por un Dios sabio y santo, todo lo que existe tiene un sentido
y ha de obrar para bien. Esta convicción no impide que los sabios se pregunten
sobre el sentido de los grandes dramas humanos: la muerte, el dolor, el
sufrimiento del inocente, etc.; un ejemplo de ellos son los libros de Job y
Eclesiastés. En todo caso su respuesta será siempre que todo incluso el dolor y
el sufrimiento del justo, tienen un sentido, lo que sucede es que Dios es
demasiado trascendente para que nosotros podamos penetrar sus designios y la
realidad es demasiado densa y opaca para que el ser humano pueda esclarecerla
hasta el fondo. Así lo vemos en Job 28, donde se muestra la inaccesibilidad de
la sabiduría de Dios. También en lo expresa Job en el Capítulo 42, cuando
después de escuchar las palabras de Yahvé exclama: “Me doy cuenta que todo lo
puedes, que eres capaz de cualquier proyecto. (Dijiste) ¿Quién es este que vela
mi designio con razones carentes de sentido? Sí, hablé sin pensar de maravillas
que me superan y que ignoro” (2-3)
- En el libro de La Sabiduría , vamos a
encontrar de manera más clara el influjo de las ideas griegas, sobre todo en el
lenguaje. Un dato importante es que pone de relieve que el orden que reina en
el mundo (cosmos), permite a los seres humanos llegar al conocimiento del Dios
creador por medio de las criaturas (Sab. 13,1-5). Este argumento lo
encontraremos en la Carta
de Pablo a los Romanos (1,19ss) y será el fundamento de la teología natural o
teodicea.
1.6.
El Segundo Libro de los Macabeos.
Es considerado el último documento de la fe
judía en la creación. En él se ha fundado la tesis de la creación de la nada.
Comenta Juan Luís Ruiz de la Peña :
“la fórmula alcanza una precisión teológica irreprochable y posee además una
eficacia retroactiva; a su luz es lícito precisar la intuición latente en las
viejas aseveraciones: la creación de todo por Dios, la repulsa de cualquier
forma de dualismo, la unicidad y soledad de Dios al crear, la creación por la Palabra , etc.
… el texto no se presenta como una escéptica
elaboración de laboratorio. Está encuadrado en un contexto vital muy próximo al
de los profetas del exilio; la creación se esgrime como motivo de esperanza en
el instante de la prueba suprema, el martirio, y como argumento a favor de la
fidelidad de Dios a su Alianza”.
2. La Creación
en el Nuevo Testamento.
La inserción del dato Jesucristo, el N.T. da un nuevo y definitivo giro
a la doctrina de la creación vista hasta ahora en el A.T. Esta reflexión no la
encontramos en los sinópticos (nota), donde sólo hallamos algunas referencias.
Seran Pablo y Juan quienes profundizarán en la dimensión cristológica de la
creación.
2.1- La
Teología Paulina de la Creación.
Pablo, como buen fariseo, tenía un gran dominio de la teología del
Antiguo Testamento, lo que se refleja en sus escritos, sobre todo en su
doctrina cristológica que es el eje central de su pensamiento.
Así encontramos expresiones como: «Todo proviene de Dios» (1 Cor.
11,12), varias citas de salmos como (1Cor. 10,26).
El tema de la creación por la Palabra : “Pues el mismo Dios que dijo: del seno
de las tinieblas brille la luz, la ha hecho brillar en nuestros corazones, para
iluminarnos con el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de
Cristo” (2 Cor. 4,6 ), donde hace eco de Gn 1,3. Rom 4,17 donde afirma que Dios crea «Llamando
a las cosas que no son para que sean», está relacionado con 2Mac 7,28
La intención de Pablo al hablar de la creación es puramente
soteriológica no cosmológica. El Dios que en el principio habló y dio el ser a
las criaturas, ese mismo Dios nos promete ahora la resurrección; y así como
creó la luz separándolas de las tinieblas, ahora nos alumbra con la luz de
Cristo.
El acto creador de Dios es usado como argumento para defender su poder
salvador. El creyente puede confiar en la realización de esa salvación, ya que
quién la promete tiene poder de hacer pasar a los seres del no ser al ser o
transformar las tinieblas en luz, por su sola Palabra.
Ese Dios no solo es el creador, sino que es su sustentador y en Él
ellas encuentran sentido (Rom 11,36) y (Tim 6,13).
Para Pablo, al igual que el autor de la sabiduría, la creación es un
camino para el conocimiento de Dios, por analogía (Rom 1,19ss) sin embargo
reconoce que las huellas divinas empiezan en la creación, están opacadas por la
realidad del pecado. La creación está sometida a la vanidad y a la servidumbre
de la corrupción (Rom 8,20-21). De ahí que el plan inicial de Dios necesite de
una «nueva creación». Creación que se realiza en Jesucristo. En esta línea
Pablo afirmará que:
-
Cristo es el
mediador de la creación. El mundo ha sido creado por Él y sólo en Él encuentra
su verdadero sentido (1 Cor 8,5-6).
-
Cristo es el
Principio, el centro y el fin de la creación (Col 1,15-20).
-
La creación está
destinada desde el principio alcanzar su plenitud en Cristo. Cristo es la
mediación universal y exclusiva de la actividad diina que se realiza hacia
fuera, tanto en sus inicios, en su desarrollo, como en su término (Ef 1,3-14).
2.2 La
Teología Joánica de la creación.
El prólogo del evangelio es una de las fundamentales de la fe cristiana
en la creación. El texto se presenta como un nuevo génesis realizado a la luz
del acontecimiento Jesucristo. Así lo muestran varios elementos:
-
La forma como
inicia: «En el Principio»
-
La referencia a la
creación por la Palabra
(3).
-
La referencia a la
luz y las tinieblas (4-5).
El autor pone de manifiesto la unidad existente entre la palabra divina
de Gn 1 para y revela al principio la palabra encarnada, con la que la acción y
la revelación de Dios llegan a su plenitud. Por esta palabra encarnada, Cristo,
todo se hizo y nada se hizo sin ella. He aquí la esencia de la fe cristiana en
la creación. El cómo y el cuándo no son preguntas que se respondan.
En síntesis, después de este estudio, sacamos algunas conclusiones:
-
en la creación no
nos impone una imagen física del mundo.
-
la intención del
relato bíblico es de corte soteriológico y no cosmológico u ontológico.
-
La fe cristiana en
la creación no se identifica plenamente con la fe judía, aunque tiene muchos
elementos en común, ya que a ésta le hace falta el hecho Jesucristo. El texto
base para una doctrina cristiana sobre la creación es Juan 1 y no Génesis 1.
-
La creación ha
salido buena de la mano de Dios, lo que nos impone una visión optimista de la
realidad, sin dejar la pregunta sobre el mal
II. LA
CREACIÓN A LO LARGO DE
LA HISTORIA DE
LA IGLESIA.
En el proceso seguido a lo largo de la historia para elaborar los
conceptos mediante los cuales se expresa la doctrina cristiana de la creación, la Iglesia ha tenido que
luchar con una doble problemática: una de tipo ontológica y la otra de tipo
ética.
La problemática ontológica se puede plantear a través de la siguiente
cuestión: si Dios es infinito, ¿Cómo puede existir algo distinto de Él? Es lo
que nosotros conocemos como la postura panteísta: todo es Dios. Éste se
presenta en una doble vertiente monista: sólo existe el espíritu (monismo
idealista) ó sólo existe la materia (marxismo materialista).
La problemática ética se puede expresar con la siguiente cuestión; si
Dios es bueno y todo lo ha hecho bien, ¿por qué existe el mal, cuál es su
origen? La respuesta a esta pregunta conduce a afirmar la existencia de un
principio generador-creador del mal; es lo que se conoce como el dualismo.
Frente al monismo de uno u otro tipo el cristianismo ha defendido la
existencia real del creador y las criaturas, del espíritu y de la materia; y
contra el dualismo, que todo procede de un mismo y único Dios infinitamente
bueno, el mal tiene su origen en el ser humano, no en Dios.
Frente a la tendencia de divinizar la materia considerándola eterna, el
cristianismo plantea la creación de la nada; y frente a la temporalidad cíclica
(eterno retorno) plantea la creación en el tiempo, el carácter libre y amoroso
de Dios en la obra creadora y la absoluta trascendencia de Dios, que conlleva a
un radical optimismo cosmológico que hace posible la ciencia.
- LA ÉPOCA PATRÍSTICA.
Tres grandes temas dominan la evolución de la elaboración conceptual de
la doctrina cristiana de la creación en esta época: la redacción de los
símbolos de fe, la teología de los padres Apologistas y la lucha contra el
Gnosticismo.
En la redacción de
los símbolos.
Aquí encontramos una interesante
evolución. En el primero no se hace referencia directa a Dios como creador. En
el término «pantokrator», aplicado a Dios Padre, y que significa dominador o
soberano absoluto de todo. Podemos descubrir como se mantiene la mentalidad
bíblica de hablar de la creación en función del poder salvador de Dios. Él es
el sustentador de todo.
En el hecho de aplicar sólo a Dios Padre el título de «pantokrator» se
va imponiendo la tendencia de asignar el papel de Creador al Padre. (DS 4-18). Olvidando la centralidad
que había dado el Nuevo Testamento a Cristo en la Creación : “todo fue
creado por Él y para Él” “por Él se hizo todo, sin Él nada se hizo”.
Hacia el siglo IV, en el Concilio de Nicea, se le agrega la expresión: “creador
del cielo y de la tierra”; como forma de contrarrestar el gnosticismo y el
maniqueísmo. Contra el dualismo, se afirma la condición de Dios como único
creador: «Creador de todo lo visible y lo invisible», es decir, de lo
material y lo espiritual. Aquí aparece también la dimensión cristológica de la
creación: “Creo en Cristo…por quien todo fue hecho”. Contra los Arrianos
se introduce la distinción entre creación y generación; el Hijo Jesucristo fue “engendrado,
no creado”; mientras que el mundo fue creado, no engendrado. Solo Cristo es
de origen divino, no así la creación.
En el segundo Concilio de Constantinopla se va a establecer una
distinción entre la doble función creadora del padre y del Hijo. Se dirá que el
Padre es creador “ex quo omnia” y el Hijo es creador “per quem omnia”.
En los Padres Apologistas.
El contacto del cristianismo con el mundo grecorromano, hizo que éste
se vea contrastado y a veces influido por las ideas de la filosofía griega, de
manera especial por el estoicismo y platonismo con sus diversas variantes.
Estas corrientes comparten con el cristianismo la idea de un mundo creado de la
nada, por obra de un ser fuera del mundo. Para los platónicos el demiurgo
y para los estoicos el lógos spermatikós.
A los Padres que encarnaron el diálogo con el mundo grecorromano son
conocidos como “Padres Apologistas”. Su deseo era inculturar la fe, hacerla más
comprensible al mundo grecorromano. En ellos encontrados dos tendencias: una
conciliadora que resaltaban los puntos de contacto (Justino, Atenágoras) y otra
de corte polémica que resalta la incompatibilidad del dogma cristiano con las
posturas grecorromanas (Teófilo Antioqueno y Taciano).
San
Justino influido por las ideas
platónicas defiende la existencia de una especie de demiurgo, un Lógos Mediador
de la creación el cual fue engendrado para tales fines. Este hacedor crea a
partir de una materia informe. Según Justino todas estas ideas Platón las había
tomado de la Biblia :
“de nuestros maestros, esto es, de la enseñanza de los profetas, tomó Platón
lo que dijo sobre que Dios creó el mundo transformando una materia
informe”(Apolog. 1,59). Con esto trataba de demostrar que no se persigue a
los cristianos por su doctrina, sino por el nombre de Cristo.
Taciano, discípulo de Justino, se colocará en una
dimensión distinta a su maestro, afirmando:
-
Dios Padre es el
único principio sin principio que engendra al Hijo, el cual produce la materia
necesaria para crear.
-
La materia no es
una especie de dios increado y eterno, tiene comienzo y fin. Ha sido producida
por Dios.
Teófilo
Antioqueno va a poner en evidencia las
contradicciones entre el platonismo y el cristianismo, afirmando:
-
La materia no es
increada, ya que Dios creó todo de la nada.
-
De este modo no se
puede hablar de un hacedor o mediador entre Dios y la creación. (sólo Dios es
creador absoluto e incondicional)
-
Esta tesis de la
creación de nada la conocemos por revelación, no por disquisición filosófica.
La tesis de la creación de la nada va a marcar una ruptura definitiva
con el pensamiento grecorromano, pues afirma que: “Dios es eterno e
infinito; el mundo es temporal y finito. De este modo el monismo ontológico
es inaceptable, pues el mundo es distinto de Dios, al igual que es inaceptable
el dualismo, ya que el, aunque el mundo es distinto de Dios, no es opuesto a
Dios, pues es obra de Él. El mundo y Dios son entidades homogéneas, no cabe
oposición entre ellas.
La lucha contra el gnosticismo.
Entre todos los movimientos existentes en el mundo grecorromano donde
la primitiva Iglesia encarnaba el cristianismo, el movimiento gnóstico
representó el peligro más importante, ya que llamó la atención de muchos
creyentes pensantes, los cuales creyeron encontrar en él un puente para hacer
más comprensible la fe cristiana a las personas de los primeros siglos.
¿Qué
es el gnosticismo?
Es una doctrina dualista, la cual pretende dar una respuesta al
problema del la existencia del mal en el mundo afirmando la existencia de dos
principios: uno bueno de corte espiritual y otro malo de corte material. Por esa razón no podía existir salvación
alguna en la materia ni en el cuerpo. El ser humano sólo podía acceder a la
salvación a través de la pequeña chispa de divinidad que era el alma o
espíritu. Sólo a través de la conciencia de la propia alma, de su carácter
divino y de su acceso introspectivo a las verdades trascendentes sobre su
propia naturaleza podía el alma liberarse y salvarse. Esta experimentación casi
empírica de lo divino era la gnosis, una experiencia interna del alma.
Defienden la existencia de una jerarquía de seres espirituales, en cuya
cima se encuentra Dios, un ser perfecto y trascendente cuya propia perfección
hace que no tenga relación alguna con el resto de seres imperfectos. Es
inmutable e inaccesible. De ahí establecen una escala descendente de seres
emanados de Dios, hasta llegar finalmente al Demiurgo, antítesis y culmen de la
degeneración progresiva de los seres espirituales, y origen del mal. En su
maldad, el Demiurgo crea el mundo, la materia, encadenando la esencia
espiritual de los hombres a la prisión de la carne. En este escenario se libra
una batalla entre los principios del bien y el mal, la materia (apariencia) y
el espíritu (sustancia).
Siguiendo la idea de la condenación de la materia, algunas corrientes
afirmaban que era necesario el castigo y mortificación del cuerpo para, a
través del padecimiento de la carne, contribuir a la liberación del espíritu,
propugnando un modo de vida ascético. Sin embargo, otras corrientes afirmaban
que, siendo la salvación dependiente únicamente de la gnosis del alma, el
comportamiento del cuerpo era irrelevante, disculpándose de toda atadura moral
se entregaban a toda clase de goces.
Otras enseñanzas reprobaban la multiplicación de la materia, siendo así
que la procreación era un acto condenable. También existían corrientes que, al
igual que el platonismo y las filosofías orientales, creían en el retorno
cíclico de las almas a la prisión de la materia a través de la reencarnación.
El iniciado, buscaba romper este ciclo a través de la gnosis (lo que conocemos
como la iluminación en las religiones orientales).
Siendo la materia el anclaje y origen del mal, no es concebible que
Jesucristo pudiera ser un ser divino y asociarse a un cuerpo material a la vez,
puesto que la materia es contaminadora. Por esa razón surge la doctrina del Cuerpo
aparente de Cristo, según la cual la Divinidad no pudo venir en carne sino que vino en
espíritu mostrando a los hombres un cuerpo aparentemente material (docetismo).
Otras corrientes sostienen que Jesucristo fue un hombre vulgar que en
la época de su ministerio fue levantado, adoptado por una fuerza divina
(adopcionismo). Otras doctrinas afirman que la verdadera misión de Cristo era
transmitir a los espíritus humanos el principio del autoconocimiento que
permitía que las almas se salvaran por sí mismas al liberarse de la materia.
Otras enseñanzas proponían incluso que Jesús no era un ser divino.
Los Padres de la
Iglesia se percataron de los peligros de esta doctrina en el
seno de las comunidades y la combatieron con ahínco. Entre ellos destacan San
Ireneo de Lyón, Tertuliano; y con una postura más conciliadora: Orígenes.
San
Ireneo de Lyón.
Nació en Asia Menor (± 135/140), hijo de padres paganos. Desde su
juventud conoció en Esmirna al obispo Policarpo, que había sido discípulo de la
escuela joánea en Efeso. En el año 177 se hallaba en Lyon, aunque se ignora el
motivo, cuando el presbiterio lo envió a Roma, con cartas para el Papa, a fin
de consultarle sobre asuntos de la
Iglesia de las Galias que en ese momento se hallaba
gravemente perseguida.
Cuando San Ireneo regresó de Roma, se encontró una comunidad muy
destrozada. Por causa de la fe fueron asesinados en ella ante todo el obispo
Fotino, ya muy anciano, junto con muchos miembros de su clero y multitud de
seglares. Entonces San Ireneo fue elegido para suceder al obispo martirizado.
Acuciado por el problema de las sectas heréticas, sobre todo las de
tinte gnóstico, escribió su obra Exposición y refutación de la falsa
gnosis, normalmente conocida como Contra los herejes,
durante el pontificado de San Eleuterio, alrededor de los años 180/190. Muy
poco se conoce sobre su muerte. La
Iglesia lo venera como mártir, pues según la tradición
antigua, habría muerto entre la multitud que fue masacrada durante la
persecución de Séptimo Severo (± 200/202).
En el Adversus
Haereses refuta los postulados de los gnósticos oponiendo a su pensamiento
metafísico “un optimismo histórico” basado en la unidad entre creación y
redención. La creación es vista como un presupuesto necesario para la salvación
y no como el resultado de una “caída” como enseñaban los gnósticos.
La finalidad de la
creación es que las criaturas de la bondad divina, por lo cual ella es buena en
sí misma. Dios crea, no porque necesite de las criaturas para ser, sino “para
tener donde colocar sus beneficios” (R 231)
La materia no es
eterna (pre-existente), fue creada por Dios de la nada, tiene un comienzo y un
final, y si se mantiene en el tiempo es por la voluntad divina.
El mal, el dolor y el
sufrimiento tienen su origen en una doble situación: por un lado la condición
inacabada de la creación y por el otro porque el ser humano los introduce en la
creación con su desobediencia. Éstos terminarán al final del proceso histórico,
cuando Cristo recapitule el mundo sobre sí mismo.
No todos los Padres
de la Iglesia
siguieron el camino de Ireneo, algunos prefirieron evitar un choque frontal con
el gnosticismo y buscaron vías de conjunción entre los principios gnósticos y
el cristianismo. Entre ellos destaca Orígenes.
Orígenes.
Orígenes (185 a 254) es uno de los
primeros y más destacados eruditos de la Iglesia Primitiva.
Es uno de los Padres de la
Iglesia. Nació en Alejandría, y fue discípulo de Clemente de
Alejandría y de Ammonio Saccas. Orígenes enseñó el cristianismo a paganos y
cristianos. Viajó a Palestina en el año 216, tras ser invitado a dar
conferencias sobre las escrituras, pues se caracterizaba por su gran erudición,
llegando a ser un gran exégeta.
Fue un afanoso
combatiente de las teorías anti-cristianas de Celso. En el año 248 escribió
ocho libros Contra Celsum. En el año 250 fue encarcelado durante las
persecuciones emprendidas por el emperador Decio. Fue sometido a torturas
durante un año y murió cuatro años después como consecuencia del maltrato
sufrido.
Defiende que este
mundo ha tenido un comienzo y tendrá un fin, lo que sucede es que este mundo no
es el único que existe ni existirá. Concibe la existencia de una pluralidad
sucesiva de mundos, desplegados de forma cíclica. “Dios no empezó a obrar
cuando hizo este mundo visible… existieron otros mundos antes y otros vendrán
después” (De Principii 3,5,3)
Sostiene que estos
mundos son creados para castigos y expiación de los pecados cometidos, aunque
no consta que haya afirmado que sea malo en sí. Pero sí una condena del cuerpo
como tal.
Estas teorías no
fueron bien acogidas por los cristianos, tan sólo un pequeño grupo de teólogos
le siguieron.
El Maniqueísmo.
Es el último
reducto del gnosticismo en la época patrística. Es una secta religiosa fundada por el sabio Persa Mani (o Manes) (c.
215-275), considerado por sus seguidores como divinamente inspirado.
Comenzando en el
siglo III se extendió a través del oriente y en muchas partes del Imperio
Romano.
Los maniqueos -a
semejanza de los gnósticos y los mandeos- eran dualistas, creerían que había
una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el bien y el
mal, que eran asociados a la luz (Ormuz) y a las tinieblas (Ahrimán). Según
ellos, Dios es el creador de todo lo bueno y Satanás el creador de todo lo
malo. Posteriormente algunos maniqueos distinguían el Dios del Antiguo
Testamento (malo) del Dios del Nuevo Testamento (bueno).
Los Maniqueos
creen que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del
demonio. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la
materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto
ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la luz atrapada. Desprecian
por eso la materia, incluso al cuerpo. Los "oyentes" aspiraban a
reencarnarse como "elegidos", los cuales ya no necesitarían
reencarnarse más.
Para ellos Jesús
era el Hijo de Dios, pero que había venido a la tierra a salvar su propia alma.
Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habían sido enviadas a la
humanidad para ayudarla en su liberación espiritual.
En la práctica,
el maniqueísmo niega la responsabilidad humana por los males cometidos porque
cree que no son producto de la libre voluntad, sino del dominio de Satanás
sobre nuestra vida.
Fue condenado por
la Iglesia
que reconoce un solo Dios Todopoderoso, el mismo del Antiguo y Nuevo Testamento
y que en su resurrección ha vencido sobre todos los demonios y las fuerzas del
mal. También fue condenado por el emperador Diocleciano en el año 297. Entre
los que combatieron el maniqueísmo destaca San Agustín.
San Agustín de
Hipona.
Nació el 13 de
noviembre de 354 en Tagaste, pequeña ciudad de Numidia en el África romana. Su
padre, llamado, Patricio, era aún pagano cuando nació su hijo. Su madre, Santa
Mónica es puesta por la
Iglesia como ejemplo de mujer cristiana y madre abnegada y
preocupada siempre por el bienestar de su familia. San Agustín estaba dotado de
una gran imaginación y de una extraordinaria inteligencia. Se destacó en el
estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la literatura,
especialmente la griega clásica y a la elocuencia. Sus primeros triunfos
tuvieron como escenario Madaura y Cartago.
A los diecinueve
años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en la mente de Agustín el
espíritu de especulación y así se dedica de lleno al estudio de la filosofía.
En su búsqueda
incansable de una respuesta al problema de la verdad, Agustín pasa de una
escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una verdadera respuesta
a sus inquietudes. Finalmente abraza el maniqueísmo creyendo que en este
sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años
siguió esta doctrina y solamente la abandonó después de hablar con el obispo
Fausto. Ante tal decepción, se convenció de la imposibilidad de llegar a
alcanzar la plena verdad, y por ello se hizo escéptico.
Sumido en una
gran frustración personal, decide en 383 partir para Roma, la capital del
Imperio. Su madre le acompaña en este viaje. En Roma enferma de gravedad y
gracias a su amigo y protector Símaco, prefecto de Roma fue nombrado
"magister rhetoricae" en Mediolanum (actual Milán).
Fue en Milán
donde se produjo la última etapa antes de su conversión: empezó a asistir como
catecúmeno a las celebraciones litúrgicas del obispo Ambrosio, quedando
admirado de sus predicaciones y su corazón. Entonces decidió romper definitivamente
con el maniqueísmo.
Los platónicos le
ayudaron a resolver el problema del materialismo y el del mal. San Ambrosio le
ofreció la clave para interpretar el Antiguo Testamento y encontrar en la
escritura la fuente de la fe. Por último san Pablo le ayudó a solucionar el
problema de la mediación y de la gracia.
En 386 se
consagra al estudio formal y metódico de las ideas del cristianismo. Renuncia a
su cátedra y se retira con su madre y unos compañeros a Casiciaco, cerca de
Milán para dedicarse por completo al estudio y a la meditación. El 23 de abril
de 387, a
los treinta y tres años de edad, es bautizado en Milán por el santo obispo
Ambrosio. Ya bautizado, regresa a África, pero antes de embarcarse, su madre
Mónica muere en Ostia, el puerto cerca de Roma.
Cuando llegó a
Tagaste vendió todos sus bienes y el producto de la venta lo repartió entre los
pobres. Se retiró con unos compañeros a vivir en una pequeña propiedad para
hacer allí vida monacal. Años después esta experiencia será la inspiración para
su famosa regla. A pesar de su búsqueda de la soledad y el aislamiento la fama
de Agustín se extiende por toda la comarca.
El 391 viajó a
Hipona para buscar un lugar donde abrir un monasterio y vivir con sus hermanos,
pero durante una celebración litúrgica fue elegido por la comunidad para que
fuese ordenado sacerdote, a causa de las necesidades del obispo de Hipona,
Valerio. Aceptó esta brusca elección con lágrimas en los ojos, pues al
principio se negaba con gritos y lágrimas a aceptarla. Algo parecido sucedió al
ser consagrado obispo en el 395. Fue entonces cuando dejó el monasterio de
laicos y se instaló en la casa del obispo, que transformó en un monasterio de
clérigos.
La actividad
episcopal de Agustín es enorme y variada. Predica a todo tiempo y en muchos
lugares, escribe incansablemente, polemiza con aquellos que van en contra de la
ortodoxia de la doctrina cristiana de aquel entonces, preside concilios,
resuelve los problemas más diversos que le presentan sus fieles. Se enfrentó a
maniqueos, donatistas, arrianos, pelagianos, priscilianistas, académicos, etc.
Agustín murió en
Hipona el 28 de agosto de 430.
San Agustín,
quien en un tiempo, empujado por el problema del mal militó en la secta de los
maniqueos, una vez convertido al cristianismo lo enfrenta.
Defiende la
creación como la obra de un único Dios, que crea de la nada. Primero crea la
materia informe y luego el resto de los seres, a partir de la materia informe.
De este modo niega la afirmación maniquea de la existencia de dos naturaleza:
una buena creadora del bien y otra mala creadora del mal.
Para negar la
eternidad y por tanto divinidad de la materia, pone de manifiesto la
temporalidad de la creación: “el mundo ha
sido hecho o en el tiempo, sino con el tiempo”. Es el primer pensador en
elaborar una reflexión filosófica sobre el tiempo. Éste no goza de una esencia
autónoma, es simplemente la dimensión de lo creado; y no su medida de
degradación.
Como creado el
tiempo es limitado y finito, contrario a la idea de Orígenes que supone la
existencia de tiempos ilimitados e inacabables. (Cf. De Civ. Dei. 11,5)
Agustín fue el
primer teólogo en advertir el relato figurado de los relatos del Génesis, el
cual no se puede tomar al pie de la letra.
El problema de la
existencia del mal es uno de los puntos principales de la reflexión agustiniana.
Lo explica de la siguiente forma:
* Dios es la suma
Esencia que crea y por tanto la creación es la comunicación de esa esencia de
Dios, pero de forma limitada y tal limitación implica una imperfección.
* La raíz del mal
se encuentra justamente en la condición imperfecta de los seres creados. El mal
no posee consistencia en sí mismo, no es una sustancia, es la negación del
bien; es sobre todo privación del ser.
* Agustín escapa
del dualismo maniqueo y del panteísmo neoplatónico afirmando la creación de la
nada. Los seres no emanan de Dios, pues serían Dios; son criaturas de Dios
hechas a partir de la materia informe, la cual fue también creada por Dios a
partir de la nada.
Podemos concluir
diciendo que Agustín logró un cierto equilibrio entre el dualismo y el monismo
panteísta dejando de lado la perspectiva bíblica y asumiendo una perspectiva
filosófica que se mantendrá a lo largo del tiempo, provocando una ruptura en la
dinámica creación-salvación.
ALGUNOS PENSADORES Y CORRIENTES DE LA
EDAD MEDIA.
Este período
estuvo marcado por las ideas de San Agustín, de corte platónicas, junto a la
presencia del aristotelismo de de Santo Tomás. Veamos.
Juan Escoto
Eurígena.
Con él
encontramos el primer esfuerzo de explicar la fe bíblica en la creación a
partir de presupuestos de las ciencias físicas.
Aunque utiliza el
término creación, su pensamiento no puede considerarse creacionista, sino
emanentista. En su libro “De Divisione
Naturae”, utiliza los términos de emanación y creación como sinónimos. De
este modo considera que todo es emanado de Dios y por tanto creado y eterno. El
Verbo de Dios (Jesucristo) es el demiurgo platónico y el Espíritu Santo es
presentado como el “alma del cosmo”, siguiendo el pensamiento estoico.
El creador y lo
creado se diferencian tan solo por la oposición entre lo Uno (creador) y lo
múltiple (lo creado).
La creación es necesaria
y por ende no un acto libre y amoroso de Dios, pues esta fluye inevitablemente
de la plenitud de la esencia divina en la generación eterna del Hijo por el
Padre.
Abelardo.
Profundiza la
tendencia a racionalizar de la teología. Afirma que Dios hace siempre lo mejor
y que por tanto no pudo hacer otra cosa que lo que ha hecho. De ahí que la
creación es “óptima”, y si en ella existe el mal es porque Dios “ni puede ni
debe impedirlo”.
Con estas tesis,
en el fondo, Abelardo niega la libertad de Dios al crear, pues está condenado a
crear siempre lo mejor y eso fue lo que hizo. De igual modo le hace responsable
del mal, el dolor y el sufrimiento.
El sínodo
provincial de Soissons le condenó y mas tarde el papa Inocencio II ratificó la
condena.
El movimiento de
los Cátaros (Albigenses)[8]
Movimiento
dualista que florece en el siglo XI en los Balcanes y se extiende por el sur de
Francia e Italia. Afirman la vieja tesis de la existencia de dos principios:
uno bueno de corte espiritual y otro malo de corte material opuesto y en lucha
contra el principio bueno. Como notamos es el resurgimiento del antiguo sistema
dualista que ha persistido en la historia. El Cuarto Concilio de Letrán condena
las tesis de los Cátaros y proclama por primera vez, de forma oficial, la
doctrina de la Iglesia.
El Cuarto
Concilio de Letran.
En sus cánones
afirma:
-
La unidad del principio
creador (La Trinidad ),
a pesar de la existencia de las tres personas divinas, ya que quien crea es
Dios. Un único Dios creador de todo.
-
Afirma que Dios crea de la Nada como forma de combatir
la idea de una materia pre-existente, la cual sirvió de base para crear el
mundo materia. De igual forma de defiende la absoluta libertad de Dios, su no
condicionamiento por nada ni nadie.
-
La creación es de índole
temporal fue hecha con el tiempo “al inicio del tiempo”. Por lo tanto no es
eterna. Con ello se combate la idea de la eternidad de la materia.
-
Ese Dios es creador de
todos los seres: espirituales y materiales, angélicos y mundanos. No existen
dos principios creadores, solo Dios es creador.
-
El origen del mal no
está en Dios, sino en la acción pecaminosa del ser humano. De ahí que origen
del mal de es de orden ontológico, sino moral.
Esta definición
eclesiástica permanecerá inalterable hasta el Concilio Vaticano I.
Tomás de Aquino
El esfuerzo de Santo
Tomás va dirigido a sintetizar el agustinismo platónico tradicional con la
novedad del aristotelismo. De Agustín conservará las tesis del ejemplarismo y
de la participación del ser. De Aristóteles utilizará el binomio acto-potencia,
así como el esquema de los diversos tipos de causalidad. Con ello trata de superar la antitesis monismo-dualismo; el mismo
problema que al que se había enfrentado ya la Patrística , pero ahora
desarrollado usando la metafísica.
Santo Tomás enseña
que:
-
Dios es causa ejemplar, eficiente y final de
la creación (I, q. 44).
-
La creación de la nada puede probarse por la
razón (2 Sent., d.1, q.1, a.2). Para ello basta acudir al nexo aristotélico
entre lo contingente y lo necesario (I, q.44, a. 1; Contra Gentes 2,16).
-
El concepto de Dios como acto puro,
subrayando la trascendencia divina, cerrando las puertas definitivamente al
panteísmo.
-
La creación en el tiempo la cual admite como
verdad de fe, pero cree imposible poder demostrarla por la razón, como sucedía
en el caso de la creación de la nada (I, q.46, a.2). Esta opción es
significativa; muestra que nuestro teólogo comprende la creación más como una
cuestión de relación entre el creador y lo creado que como una cuestión de
comienzo de la criatura (I, q.45 a.3). Muestra también hasta qué punto era
consciente de la originalidad absoluta de la causalidad creadora, la cual no se
puede reducir al esquema ordinario de causa y efecto. A este respecto resulta
ilustrativo el rechazo de la opinión de algunos, según los cuales no importa a
la verdad de la fe lo que se piense sobre las criaturas, con tal que se piense
correctamente sobre el creador. Opinión falsa, estima Santo Tomás, pues e1
error acerca de las criaturas redunda en una falsa opinión acerca de Dios
(Contra Gentes, 2,3).
-
Dios
actúa en plena libertad al crear y en la contingencia de lo creado; lo único
que Dios quiere necesariamente es su propia bondad, todo lo demás lo quiere no
absolutamente, sino en cuanto se ordena a su bondad (I, q. 19, a .3). Tomás señala
que esta libertad divina se confunde con la suprema liberalidad del que
lo hace todo por puro amor. Afirma que hay una forma de dar algo sin pretender
nada a cambio, y tal forma de dar es propia y exclusiva de Dios (1 Sent. d.18,
q.1, a.3).
-
La doctrina de la analogía del ser, como
corolario de la doctrina de la creación: “tanto
el creador como la criatura son, mas no de la misma manera o en base a la misma
sustancia”. Gracias a la analogía, es posible conocer a Dios a partir del
conocimiento de lo creado, como es posible asimismo superar a la vez el
panteísmo, pues hay un Ser que da la existencia y hay seres que la reciben. Y
el dualismo ya que entre Dios y el mundo hay afinidad, no hostilidad: I, q.13,
a.3-5; 1 Sent. Pról. q.1, a.2; Contra Gentes 1,33 s.).
Renacimiento y Reforma
El
Renacimiento alumbra una nueva visión del mundo. Los descubrimientos
geográficos y astronómicos revolucionan el concepto del espacio y del cosmos;
éste, a partir de Copérnico y Galileo, deja de ser geocéntrico. La realidad
comienza a ser pensada antropocéntricamente; entra en crisis el teocentrismo y,
consiguientemente, la doctrina de la creación. Lo que ha dado en llamarse “revolución
copernicana”, consiste esencialmente en el abandono de la metafísica como única
fuente de saber científico y en la aparición de ciencia las ciencias naturales,
nacida de la observación empírica. Esto provoca el cuestionamiento de la
veracidad de la doctrina de la creación.
Una época absorbida
por el interés hacia la naturaleza es propicia a! panteísmo. Y, en efecto, éste
reaparece con Giordano Bruno, que sostiene la infinitud del universo y del
espacio, los cuales son manifestaciones de la potencia infinita de Dios; ellos
son explicación, emanación, efusión; de la esencia divina, pero no creación,
término que el sabio dominico evita sistemáticamente. Afirma que una tal
emanación es eterna, pues Dios no puede permanecer inactivo, y
necesaria, ya que a una potencia activa infinita ha de corresponder
correlativamente otra potencia pasiva (también infinita). Todos los seres están
informados por el alma universal, que es esa potencia activa divina; las almas
particulares son modos o aspectos de ella.
El
protestantismo,
Lutero defendió
implacablemente el geocentrismo y, junto con su vuelta a la Biblia , lucha por recuperar
el sentido histórico-salvifico del dogma de la creación. Lutero funda la
creación sobre la cristología, como han hecho Pablo y Juan, y explica el primer
articulo de la fe (Dios creador) a partir
del segundo (Cristo redentor). La fórmula creación de la nada, pese a su
sabor filosofante, es mantenida por él, pues le sirve para justificar su
desprecio por las criaturas: la criatura
procede de la nada, luego nada es todo lo que la criatura puede (WA 43,178,39).
Y porque la criatura nada puede nada es, crear es hacer siempre de nuevo (WA
1,563,6-13).
El Vaticano I
E Concilio Vaticano
I va a definir dogmáticamente la
libertad del acto creador y el fin de la creación. Los textos conciliares que
nos interesan son los contenidos en el capitulo primero de la sesión tercera
(DS 300 1-3003 = D 1782- 1784) y sus cánones correspondientes (DS 3021-3025 = D
1801-1805). Consta que también el capitulo —y no solo los cánones— contiene
doctrina de fe; la solemnidad de la fórmula introductoria (DS 3001) no deja
lugar a dudas.
El Vaticano II
Los descubrimientos
de los géneros literarios, con la consiguiente renovación de la hermenéutica de
los textos bíblicos creacionistas, ya no son historia, sino actualidad. Como lo
es la integración en la teología de la visión evolutiva del mundo, tarea en la
que no se puede silenciar el mérito inmenso de Teilhard. Desembarazada de tales
preocupaciones, la actual teología de la creación orienta sus esfuerzos a
desarrollar y profundizar el concepto bíblico de la misma y a comprenderla en
el marco histórico-salvifico que le es propio.
En esta línea se
sitúa la aportación del Concilio Vaticano II a la doctrina del magisterio
eclesiástico sobre la creación. Este es desarrollado sobre todo en la Gaudium et Spes. La
reflexión conciliar está presidida por una imagen dinámica del mundo, que se
contempla como proceso abierto en el que interviene no solo el actor divino,
con la puesta en marcha del proceso, sino además el actor humano, que prolonga
y actualiza la obra de Dios. El concilio reconoce así que el mundo es, en
cuanto creación, el efecto combinado de dos causalidades: la de Dios creador y
la de hombre creativo. Los hombres, a la vez que confiesan a Dios como creador
de todas as cosas, desarrollan con su trabajo la obra del creador (GS 34).
Así pues, el
concilio, lejos de rechazar la creatividad humana o de ver en ella un atentado
a la prerrogativa creadora de Dios, la estima como algo querido por Dios mismo,
más aún, como “signo de la grandeza de
Dios y consecuencia de su inefable designio (GS 34). El uso secular de
categorías clásicamente teológicas como creación, creatividad, creador, queda
así legitimado, al menos mientras se haga de ellas un uso no excluyente, sino
complementario y debidamente jerarquizado.
Otra nota dominante
en la teología conciliar de la creación es la que se refiere al reconocimiento
de la autonomía de la realidad creada. Las criaturas gozan de sus propias leyes
y valores la admisión de este hecho responde a la voluntad del creador. Pues,
por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de
consistencia, verdad y bondad propias (GS 36).
El rasgo más notable
que nos ofrece el concilio es la recuperación de la dimensión cristológica e
histórico-salvífica de nuestra doctrina. “El
Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas..., entró... en la
historia del mundo asumiéndola y recapitulándola en si mismo”(GS 38). Esta
función cósmica de Cristo no se circunscribe al momento inicial de la creación;
se ejerce permanentemente en la dinamización del proceso histórico y en su
orientación hacia la plenitud escatológica: Cristo... obra ya por la virtud de
su Espíritu... alentando, purificando y robusteciendo... aquellos generosos
propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia
vida y someter la tierra a este fin (GS 38). La nueva creación es, pues, el
destino de la primera creación; la naturaleza está llamada a desembocar en la
gracia (GS 39).
En resumen, el
Vaticano II ha reactivado los grandes temas bíblicos de la unidad de creación y
salvación, de la centralidad de Cristo en todo lo creado, de la correspondencia
entre protología y escatología, de la significatividad de la fe creacionista
para una praxis y una ética específicamente cristianas, del carácter más
antropológico que cosmológico de la fe en la creación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario