Para responder a las perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura, y sobre la mutua relación de ambas; es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos. Sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza. El ser humano está en el mundo y envuelto por el mismo. Desde la creación del mundo el ser humano es el centro de la creación y tiene derecho a encontrar en ella lo que necesite para su subsistencia y progreso. El ser humano está envuelto en esperanzas y temores. Las implicaciones y cambios que se dan constantemente en la sociedad, origina una desventura entre los más afectados. Es verdad que la industrialización ha sido un punto de apoyo para que el ser humano de un paso más hacia el desarrollo, pero se dan otras situaciones fatalistas. Como es el caso del capitalismo desenfrenado. En este mismo ambiente, cuando no se respeta la libertad y la inteligencia del trabajador es una deshumanización. Otro caso que se genera grandemente en nuestra sociedad es la injusticia, así nos lo presenta el documento. Y nos llama a enfrentar valientemente las situaciones de injusticias. Ya que el desarrollo nos ofrece beneficios, pero también nos exige responsabilidad. Las técnicas y los medios de comunicación dan pie a un dinamismo muchas veces sorprendente; al mismo tiempo en que son medios para madurar las relaciones personales y sociales. Aunque sabemos que no siempre los avances tecnológicos, por ejemplo, tienen un aspecto altruista. El mismo documento nos dice:
“En nuestros días, el género humano, admirado de sus propios descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre el puesto y la misión del hombre en el universo, sobre el sentido de sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la humanidad. El Concilio, testigo y expositor de la fe de todo el Pueblo de Dios congregado por Cristo, no puede dar prueba mayor de solidaridad, respeto y amor a toda la familia humana que la de dialogar con ella acerca de todos estos problemas, aclarárselos a la luz del Evangelio y poner a disposición del género humano el poder salvador que la Iglesia, conducida por el Espíritu Santo, ha recibido de su fundador”.
Desde otra dimensión, aunque con la misma causa, se han dado otros cambios en la persona de hoy, especialmente a nivel psicológico, moral, religioso, etc. Las nuevas generaciones están marcadas por una fuerte crisis de valores, de fe, entre otras cosas. El mundo contemporáneo se ha caracterizado por un pluralismo generalizado, lo que ha desembocado en roses de carácter negativos. Aunque esto no disminuye el valor del pluralismo, de la diversidad. Otra realidad que se da en nuestra sociedad es el espíritu científico, el cual modifica profundamente el ambiente cultural y las maneras de pensar. La técnica con sus avances está transformando la faz de la tierra. También otros avances en otras ciencias, al mismo tiempo en que favorecen al hombre, en cuanto se conocen mejor, también genera otras implicaciones, como es la autosuficiencia y por tanto el despojo de Dios. Llegando hasta a una negación o indiferencia del mismo.
Todos estos cambios ha generado unas implicaciones, otras mutaciones, como es el caso de la estructuras sociales, la familia; naciendo la sociedad industrial, urbana, promoviendo muchas veces una ética de beneficios, una moral con tinte puramente pragmático, desvalorando unos principios antropológicos. Por otro lado, está aumentando a diario la distancia que separa las naciones pobres de las más ricas y la dependencia incluso económica que respecto de éstas padecen. Los pueblos hambrientos interpelan a los pueblos opulentos. La mujer reclama la igualdad de derecho y de hecho con el hombre. La mujer necesita que se le dé su puesto como persona en la sociedad, exige su dignidad de persona. Los trabajadores y los agricultores quieren lo necesario para la vida, pero también desarrollar por medio del trabajo sus dotes personales y participar activamente en la ordenación de la vida económica, social, política y cultural. Por primera vez en la historia, todos los pueblos están convencidos de que los beneficios de la cultura pueden y deben extenderse realmente a todas las naciones.
Se buscan unas aspiraciones más profunda y más universal, las personas y los grupos sociales están sedientos de una vida plena y de una vida libre, digna del hombre, poniendo a su servicio las inmensas posibilidades que les ofrece el mundo actual. Al mismo tiempo surgen con mayor empeño, buscar respuestas y soluciones a las interrogantes fundamentales del ser humano. El ser humano tiene la capacidad para alcanzar la realidad inteligible con verdadera certeza, aunque a consecuencia del pecado esté parcialmente oscurecida y debilitada. Pero el hombre se alza por medio de lo visible hacia lo invisible. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección. La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e incluso por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa.
La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado. Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a Él con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada a una dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Una alternativa o una realidad mejor dicho, que se da en el ser humano y que la posibilidad de un hombre-mujer, sociedad nueva, es un humanismo abierto a la Trascendencia. Ya que el hombre no es en sí mismo norma última de sus valores. El Trascendente le brinda una posibilidad sugerente, que lo llama a la plenitud y a su planificación.
A modo de concluir, podemos decir que en la actualidad, en primer lugar es urgente dar o buscar soluciones al problema del hambre en el mundo que conduce a muchas personas y pueblos a vivir en una situación infrahumana y en unas condiciones de degradación social radical. Este reto de la humanidad está latente en el fondo de muchos otros problemas humanos.
Este documento de la Gaudium et Spes, nos presenta a la Iglesia como una institución que siempre ha promovido la elevación de la dignidad humana, de cada ser humano en concreto. Se especifica que las iniciativas locales e individuales no bastan, se requiere una acción de conjunto, donde se identifique al hombre en su totalidad, tanto el ser político, económico, social y religioso. Además hace énfasis en que el desarrollo debe ser auténtico y totalizante. Al mismo tiempo en que el mismo ser humano es artífice y principal éxito o fracaso de su propio desarrollo. Este empeño personal por su progreso es indispensable, cuando también se procura que el ser humano crezca en comunidad y se valore desde una dimensión más universal. Este crecimiento individual y comunitario debe de estar regido por unos valores, donde el hombre pueda ver con facilidad su fin último.
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