miércoles, 12 de julio de 2017

El Yo – Tú de Martin Buber

En este texto de Martin Buber nos refiere, en primer lugar, a aquella relación que tiene el hombre con el otro, es decir, es como ese Yo, que de alguna manera, tiene que convertirse en un Tú. Dicho groso modo para que se dé una cierta igualdad entre los hombres, y por lo tanto, entre los que se aman tiene que permanecer ante todo la igualdad, ya que, como dice el texto, es la única manera de educar, ayudar, curar, liberar y elevar. Así pues, ésta es la única manera que yo me puedo realizar gracias al contacto con el mundo, por lo que así toda mi vida es un cierto encuentro. Y cuando realizo esto puedo conocer mi ser y a esto es a lo que realmente debemos de aspirar.

En cuanto a la novedad sobre Dios, que nos refiere Martin Buber en esta obra, es que, en esa mima relación que se da con el mundo y con el hombre podemos encontrar a ese Dios que en el texto se refiere como el Tu absoluto o mejor dicho como el Ello. Pero aquí lo que nos quiere mostrar en realidad es como a Dios no se le puede encontrar si permanecemos en el mundo y de cómo lo encontraremos si no abandonamos éste mismo, es decir, es todo presente y todo otro, y en esa misma relación que se da entre yo y el mundo está Dios y Él es una realidad en cada uno de nosotros, aunque no lo podamos ver.  
Tenemos que recordar con todo esto que Dios, en palabra de Santo Tomas de Aquino, es el Ser, es decir, Él es existencia. Y todo esto lo digo, ya que, no debemos entender su existencia en un sentido espacial, sino esencial. Muchos hombres lo buscan en un sin números de lugares, cuando en realidad Él está ahí, es decir, en la existencia de cada día, pero muchas veces no nos damos cuenta de todo esto por eso el hombre tiene que darse más a Él. Todo esto lo refiero a que cuando el autor dice que: “Dios no se deja poseer” con esto nos quiere indicar que el hombre no puede dominar a Dios como domina otras cosas. 

Partiendo de mi experiencia personal, nuestra relación con Dios debe y tiene que ser de amor, es decir, de un amor que nosotros nos demos a Él y Él a nosotros, ya que, Dios es nuestra realidad y es ese amor, fruto de su creación, que nos acercará cada día más a su máxima bondad.        

       

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