Fe y sexualidad van de la mano. La
sexualidad es parte integral del ser humano, y no hay manera de que el éste pueda
abandonarla. Aunque hoy haya muchos que buscan tildar de “género” a la sexualidad, la sexualidad es parte intrínseca del ser
humano. Viene determinada por los genes en los cromosomas, que se manifiestan
físicamente de una manera específica en lo masculino o lo femenino.
La sexualidad tiene una dimensión
instintiva, una afectiva y una racional. La tendencia sexual es innata, está
ordenada al fin procreativo, y no exige la intervención de la inteligencia.
Diríamos que es lo animal del ser humano. Sin embargo, no nos rige el instinto
siempre, sino que éste es regulado por la inteligencia y es psicológicamente
trascendental. Supone, pues, la sexualidad humana un crecimiento del individuo
y de la sociedad en todos los aspectos. Por ello, la sexualidad es considerada
por la Iglesia Católica como don de Dios y clave de relación entre las
personas.