sábado, 12 de agosto de 2017

FE Y SEXUALIDAD

Fe y sexualidad van de la mano. La sexualidad es parte integral del ser humano, y no hay manera de que el éste pueda abandonarla. Aunque hoy haya muchos que buscan tildar de “género” a la sexualidad, la sexualidad es parte intrínseca del ser humano. Viene determinada por los genes en los cromosomas, que se manifiestan físicamente de una manera específica en lo masculino o lo femenino.

La sexualidad tiene una dimensión instintiva, una afectiva y una racional. La tendencia sexual es innata, está ordenada al fin procreativo, y no exige la intervención de la inteligencia. Diríamos que es lo animal del ser humano. Sin embargo, no nos rige el instinto siempre, sino que éste es regulado por la inteligencia y es psicológicamente trascendental. Supone, pues, la sexualidad humana un crecimiento del individuo y de la sociedad en todos los aspectos. Por ello, la sexualidad es considerada por la Iglesia Católica como don de Dios y clave de relación entre las personas.


Ella es, por lo tanto, buena en sí misma, porque es propia del ser humano. Nace el ser humano con ella y toda su vida depende de ella. La mujer no puede pensar distinto de como lo hacen las mujeres, porque sus neuronas tienen los cromosomas que la hacen ser mujer; lo mismo el hombre. Esto quiere decir que somos seres sexuados, aunque no significa que seamos sólo sexo. La sexualidad está siempre presente, pero no es lo que nos determina.

Como la sexualidad es una realidad objetiva y forma parte de los planes de Dios para el hombre, podemos decir que es buena en todo su sentido. Así, debe estar sujeta a normas morales, como todo lo humano. Como todo lo sensible debe estar contenido dentro de los límites que el espíritu pone, así toda la sexualidad debe ser regida por la ley natural. Esta ley natural procura que la sexualidad sea un vehículo biológico de la entrega hombre-mujer. Esta parte de la demostración del amor humano afecta todos los planos del ser, incluyendo los afectivos y espirituales.


La sexualidad procura la propagación de la especie humana, y, ordenada desde los planes de Dios, busca manifestar el amor de Cristo de una manera esponsal. Entonces, las dimensiones biológica (el instinto o la tendencia), pática (afectiva) y noética (lo racional) son las que se integran en la unidad pluridimensional del ser humano. Así, la sexualidad hace de la persona un signo de la humanidad querida por Dios.

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