La fe es siempre un tema
interesante sobre el cual hablar. Es para el hombre y mujer que se ha
encontrado con Jesucristo, como una buena linterna cuando se va la luz.
Hoy día, los afanes de la vida
cotidiana, envuelven lo que somos y hacemos al punto de hacer que el cristiano
se sienta a veces, como a oscuras. La vida y sus situaciones con frecuencia nos
preguntan dónde está el fundamento de nuestra vida y en que Dios creemos.
El año de la fe, que casi
culminamos, nos ha puesto frente a esta cuestión: la fe no es una cosa de un año
ni de un día, ni de un periodo de la vida. Es la fuente, y al mismo tiempo la
tarea de toda la existencia de aquella persona que desea encontrarse con
Jesucristo y seguirlo.
La fe es tal y como expresa la
primera línea “la lámpara de la casa”. Y definitivamente, no podemos vivir sin
luz. Más aun, no hay ninguna habitación en la que no haya un bombillo. Así,
creer siempre lleva a revisar y a cambiar.
La fe es movimiento, aprendizaje y crecimiento.
Ahora, que casi concluye el año de
la fe, está el reto de encenderla en cada una de las habitaciones de nuestra
vida personal, familiar y comunitaria. La fe atraviesa nuestros modos de pensar
y actuar; nuestras posturas frente a lo diferente y las opciones que hacemos
ante los problemas y dificultades. Ese es el hilo conductor de lo artículos que
componen este nuevo número de Nuevo de Amanecer.
Encendamos la luz, abramos las
ventanas…con la fe que se nos ha dado y que tenemos la responsabilidad de
alimentar, tenemos el camino por delante.
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