sábado, 12 de agosto de 2017

Eclesiogénesis de Leonardo Boff,

En este reporte de lectura sobre las primeras 70 páginas del libro Eclesiogénesis de Leonardo Boff, trataré de presentar a grandes rasgos los elementos esenciales que caracterizan a las comunidades eclesiales de base. De entrada hay que destacar que las comunidades eclesiales de base surgen como una reacción a la sociedad moderna organizada que mantienen a las personas en el olvido, es decir no las toman en cuenta por hacer énfasis en el grupo y no en el individuo. Del mismo modo surgen por la jerarquización de la gran Iglesia Institución, la cual da poca participación e importancia a la mayor parte de los miembros de la misma.

Pero aparte de estas dos realidades hay otra realidad de bastante peso para que las comunidades de base surgieran, y es el hecho de que no todos los sacerdotes podían llegar a los lugares más recónditos en este caso de Brasil, a llevar la Buena Noticia de Jesús, por tanto por esta necesidad y en vista a que todos los bautizados son Iglesia se veía necesario que un no ordenado celebrara la palabra con sus hermanos de comunidad, con esto se daba paso a una visión de Iglesia circular, donde la realidad eclesial no necesariamente tenía que girar en torno al sacerdote, sino que la comunidad era un elemento fundamental, y ella misma podía con un ministro salido de su seno, compartir la Palabra de Dios en comunidad aún sin la presencia del sacerdote. Desde esta visión de Iglesia se promueve la participación e integración al servicio a todos los bautizados, el centro no necesariamente tiene que ser la jerarquía, porque esta está al servicio de la comunidad y no la comunidad al servicio de ella.



 Esta forma de ser Iglesia no fue, ni ha sido muy bien vista por la Iglesia Institución como la llama Leonardo Boff. El reconocimiento de las comunidades de base por parte la gran Iglesia Institución no fue hasta la Conferencia Episcopal de Medellín, como pequeñas comunidades que pretenden vivir la esencia del cristianismo, al pretender ser Iglesia viva, donde las personas tienen valor, se conocen, se sienten acogidas y pueden expresar su modo de pensar. Ellas intentan ser un fermento renovador de las estructuras societarias de la Iglesia, más que una alternativa de ella. Estas comunidades eclesiales de base no pretenden ser una iglesia paralela, sino un organismo vivo, una forma de ser Iglesia dentro de la gran Iglesia Institución. Las comunidades de base son Iglesia porque responden a la llamada salvífica de Jesucristo, hacen énfasis en la comunidad, profesan la misma fe, celebran lo misma liberación escatológica y en definitiva hacen el intento de vivir acorde con el seguimiento de Jesucristo. En pocas palabras no cabe duda alguna de que las comunidades eclesiales de base son Iglesia porque no presentan ninguna ruptura con las verdades esenciales de la fe de la Iglesia Institución, al contrario tratan de hacer énfasis en las verdades esenciales del Evangelio, las cuales con el transcurrir del tiempo se pueden perder de vista con facilidad.

Es evidente que las comunidades eclesiales de base tienen una particularidad que la gran Iglesia Institución ha dejado perder con el pasar del tiempo y es, que ponen su mirada en la base y no en la cumbre como es decir en el modelo jerárquico. Pretenden lograr la igualdad de todos sus miembros por el bautismo y la fe, aunque cuenten con carismas diferentes por la presencia del Espíritu Santo en ellas. Esto porque tienen conciencia de que lo primero es la comunidad y luego su organización, ello no quiere decir que desprecien los ministerios, sino que les dan el sentido que ameritan que se les dé. Los mismos son entendidos como servicio a la comunidad, para servir a ella, para darse a ella, los mismos no son para engrandecer a la persona sino, para que esta sirva con desinterés, amor y entrega a la comunidad cristiana. En tales comunidades concurre lo universal, por la fe trinitaria y los lazos fraternos con las demás Iglesias, y lo particular, al ser condicionadas por el contexto en el que se encuentran, con esto se hace evidente que cada Iglesia particular o local, responden a las realidades del momento, porque están encarnadas, por ende cada una tiene sus retos y desafíos.

Con esto que Boff plantea con suma claridad queda evidenciado que la organización de la Iglesia no cayó del cielo, sino que es un cuerpo vivo, dinámico que responde a los intereses de los sectores que la componen. En este sentido el presenta dos sectores, los que tienen el poder y los que no cuentan, en este caso los pobres o menos desposeídos. El primero, se caracteriza por tener relaciones societarias, y el segundo, por tener relaciones de tipo comunitarias. En este sentido es a partir de la Conferencia Episcopal de Medellín, donde se reconocen estos dos tipos de modelos eclesiales en Latinoamérica por la gran Iglesia Institución, esto es muestra de la diversidad de nuestra Iglesia y que en definitiva es un reconocimiento de las distintas realidades tan diversas de la misma, evidentemente los dos sectores son muy distintos, no daré lugar a la comparación para no moralizar.
 
Pero es evidente que estos dos  modelos o sectores  eclesiales, según el mismo Boff, están en una tensión constante, por la sencilla razón de que el modelo vertical de la clase dominante pretende mantener las relaciones jerárquicas dentro de la Iglesia, de modo que el futuro de la institución dependa de la jerarquía; mientras que el comunitario de la clase empobrecida busca que las relaciones sean más horizontales y pretende que el futuro de la Iglesia como institución sea responsabilidad de todos sus miembros. Es por ello que es evidente que exista este tipo de tensión porque en ambos hay una visión eclesiástica abismal, independientemente de que profesen la misma fe. En ambos modelos hay ciertos intereses unos más centrados en el poder, el cual da seguridad, y otros centrados en una comunidad evangélica donde todos los individuos estén comprometidos por la causa del Reino y no en salvaguardar estructuras conservadoras y excluyentes.
 
En definitiva Leonardo Boff el cual es del modelo comunitario donde todos se sientan y vivan como lo que son, plantea con suma frecuencia que las comunidades eclesiales de base no pueden procurar abolir las relaciones societarias de la institución eclesial, sino que han de perdurar, pero no necesariamente tal y como están en la actualidad, sino que han de luchar por el predominio del modelo comunitario dentro del societario. Una Iglesia en que predomina el modelo vertical, sus notas características serán entendidas como unidad igual a uniformidad en discurso, lengua, liturgia, doctrina, moral; santidad, igual a obediencia, sumisión y referencia total a la Iglesia; apostolicidad es sucesión de los obispos y su catolicidad es la misma Iglesia presente en el mundo entero. Desde las clases oprimidas estas notas son entendidas: la unidad a partir de la misión, la catolicidad a partir de la justicia, derechos y participación para todos; la apostolicidad en tanto que todos los miembros de la comunidad son sucesores de los apóstoles y la santidad como un luchar por hacer presente el Reino de Dios en la sociedad.

En conclusión termino afirmando que en cierta medida la exposición que ha hecho Leonardo Boff sobre las comunidades eclesiales de Base ha sido muy coherente porque ha argumentado desde el Evangelio y desde la realidad eclesial misma, tanto de la gran Iglesia Institución como de las comunidades eclesiales de base. Todo lo planteado por él es eco del Evangelio mismo y del mismo Magisterio de la Iglesia, en concreto del Concilio Vaticano II. Independientemente de que las comunidades de base sean catalogadas de marxistas, y reconociendo que las mismas quieren vivir el ideal del Evangelio a pesar de las limitaciones que cada una tiene, pienso que es una realidad, el hecho de que el clericalismo y la sólo visión propiamente jerárquica de la Iglesia, ha hecho que la misma parezca otra cosa, menos una comunidad donde todos viven la fraternidad y donde todos los bautizados se sienten y viven lo que son, Iglesia, es evidente que actualmente hace falta que volvamos a las fuentes, al Jesús del Evangelio, para poder rescatar los valores del Reino que Él mismo ha venido a inaugurar, entre estos valores están, la fraternidad, la justicia, el perdón, la confianza, la misericordia, el perdón, la alegría y sobre todo el amor, el cual encierra estos valores ya mencionados y otros más que no menciono, pero que son parte de este proyecto salvífico e incluyente. Para nadie es un secreto que como Iglesia tenemos que volver a las formas, a la esencia, para dejar todo aquello que al fin y al cabo es puro accesorio.

Referencia Bibliográfica
BOFF, Leonardo: “Eclesiogéneis”. Sal Terrae, 5ta Edición, Santander, 1986, Pag. 9-73.

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