lunes, 7 de agosto de 2017

¿Qué es la Antropología Cristiana?

En la antropología cristiana I reflexionamos sobre el origen del ser humano, su lugar y razón de ser en toda la creación y su constitución propia. En este curso lo contemplamos en su relación existencial con Dios, como creatura que sale al encuentro de su creador y le acoge (gracia) o como creatura que rechaza el llamado de su creador y busca su realización al margen de ÉL (pecado).

Estamos hablando del encuentro entre dos libertades que se realizan en dos dimensiones distintas: la inmanente, en la cual se desarrolla la persona humana y la trascendente, propia de Dios. Encuentro que es necesario para la plena realización del ser humano.

Como podemos apreciar en el ser humano se da la paradoja de ser, por un lado, un ser que para su realización plena depende de OTRO y, por el otro, un ser dotado de ciertas cualidades que lo invitan a realizarse por sí mismo. La cuestión podemos expresarla con la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que la plenitud del ser humano dependa de Dios y esto no menoscabe su condición de ser libre?



La respuesta a esta pregunta depende básicamente de la comprensión que se tenga de tres factores:
1. La idea sobre la persona humana y sus posibilidades.
2. La idea que se tiene sobre Dios.
3. La manera como se concibe el encuentro entre Dios y el ser humano.

1. La persona humana y sus posibilidades.
El ser humano visto desde la antropología cristiana es imagen y semejanza de Dios, lo que quiere decir que entre Dios y el ser humano se da una relación de semejanza y diferencia. Lo humano es parecido a lo divino, pero no igual; por tanto no son categorías cerradas y opuestas, sino abiertas y en relación cada una desde su condición propia. Lo divino es el modelo, la meta de lo humano y lo humano es medio de expresión de lo divino.
La persona humana no sólo es parecida a Dios, sino que tiende siempre a ÉL. Razón por la cual es un ser abierto, lleno de posibilidades, capaz de acoger y ser acogido y, al mismo tiempo, un ser hecho ya que no le falta nada a su naturaleza humana. Esta condición le permite que siendo verdaderamente humano, esté siempre insatisfecho y busque un “más”, una plenitud que sólo alcanza en su modelo: Dios.

2. La idea que se tiene sobre Dios.
El Dios revelado en Jesucristo busca continuamente al ser humano como algo propio. Así nos lo da a conocer San Juan en el prólogo de su evangelio: “Vino a su casa”(1,11). El mundo del ser humano es la casa de Dios, es ‘lo suyo’. Dios viene a nosotros, no porque le falte algo para alcanzar su plenitud, sino porque ‘lo suyo es lo nuestro’, y lo suyo es la comunión plenificadora con el ser humano.
El compromiso de Dios con la historia no es algo fortuito y externo, no es el compromiso de un Dios lejano. Es el compromiso de un Dios que habita entre nosotros, pero que no se confunde con nosotros. Los caminos de la creatura no son los del creador, como dista el cielo de la tierra así distan los caminos y los planes de Dios y las personas (Cf. Is. 55,8-9)

3. Dios y el ser humano al encuentro
El Concilio Vaticano II afirma que la razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios . Pone de manifiesto que el hombre ha sido desde el principio creado por Dios y llamado a la plena comunión con El. Que existe por Dios y para Dios (Hech..17,26-28; I Cor 8,6; Col 1,16). De modo que antes de cualquier decisión del hombre, está la oferta de Dios que lo llama a una vida de gracia plena. Ofrecimiento que exige una respuesta libre y responsable del hombre. Dios no destruye la alteridad del hombre ni siquiera para conseguir su salvación.

Al contrario, la potencia y es condición necesaria para ella. El que te creó sin tí, no te salvará sin tí .
La fe cristiana afirma que el encuentro de Dios y el hombre, no solo es posible y necesario, sino que se da en el mundo de las cosas creadas y contingentes, en la historia. Dios es el creador de todas las cosas, que sin identificarse con ellas, ha dejado impresa sus huellas de modo que toda la creación nos habla de Él, y más aún en la persona humana que es imagen y semejanza suya (Gn. 1,26). Así la creación, la historia, se convierte en uno de los cauces ordinarios de la revelación de Dios.

Por parte del ser humano este encuentro no se da de forma directa e inmediata, necesita de mediaciones. La historia constituye una mediación privilegiada de ese encuentro, pues hace referencia a Dios que la conduce y al hombre que vive y se desarrolla en ella. Por parte de Dios la relación es de inmediatez, pues por su condición de creador está directamente relacionado con la historia y en especial con el ser humano.

Ya hemos señalado que el primer paso para este encuentro, viene de Dios que se nos revela para que la persona se descubra a sí misma, descubra su más alta dignidad .  Pero para que se de este encuentro, no basta con que Dios camine hacia el ser humano, sino que hace falta que éste se encuentre en una cierta búsqueda de la verdad con un corazón inquieto Es un encuentro de fe, una fe al modo de Abraham que espera contra toda esperanza (Rm. 4,18). Una fe personal, vivida en el encuentro de dos: el ser humano y Dios; en la que el hombre sigue siendo hombre y Dios sigue siendo Dios. Una fe entendida como confianza que brota del amor.

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